Mario García, no apto para la generación de cristal
Tengo miedo de la palabra nación. Y creo que muchos de nosotros deberíamos temerle también. La palabra en sí misma no es mala. La teoría política a su alrededor, como toda teoría humanística, no podría ser más confusa. Sin embargo podemos llegar a dos definiciones básicas al respecto 1. El Estado como ente soberano y 2. el conjunto de personas identificadas por una cultura en común.
Para un servidor la definición más acertada es la segunda, pues para la primera ya contamos con el término Estado, que cumple cabalmente con la función de definir a aquel ente soberano que consta de un territorio, una población y un régimen político.
Hay teóricos quienes afirman que a la nación la hace el nacionalismo. ¿Ha leído usted sobre la primera guerra mundial? El nacionalismo exacerbado y virulento que contagiaba a todos los europeos de la época fue el combustible que contribuyó a incendiar a toda Europa. ¿Recuerda usted la segunda guerra mundial? Entonces quizá recodará el término nacional-socialismo.
Quizá llegué demasiado lejos con mis ejemplos.
México está lejos de ser una nación desde el punto de vista de la segunda definición que mencioné. Nos basta recordar la historia del siglo XIX para recordarlo. ¿Recuerda usted las interminables batallas entre liberales y conservadores? ¿La independencia de Yucatán? Sí México terminó siendo una federación es por algo: un gobierno centralista no podía responder a cabalidad a las necesidades de un país como el nuestro. Aunque lamentablemente el federalismo quedó reducido a letra muerta en la práctica.
En el país hay caciquismo y excesiva corrupción en los estados. Pero las cosas no son diferentes a nivel federal.
Hay al menos dos nuevos términos en el cúmulo político que utilizan el término nacional: Instituto Nacional Electoral y Código Nacional de Procedimientos Penales. Del primero ya he hablado anteriormente, del segundo puedo afirmar que lo considero un buen intento por hacer de la justicia algo cuando menos funcional.
¿Porqué digo que tengo miedo de la palabra nación o más precisamente “nacional”? Porque es una clara señal del esfuerzo centralizador del gobierno peñanietista, ni más ni menos. Y desde el punto de vista de un defensor del federalismo como promotor de la libertad, eso es muy grave.