La Iglesia en Guerrero suple al Gobierno
Durante la semana pensaba que Grecia bien podría salir de su crisis si comenzara a cobrar derechos de autor sobre la filosofía e idioma de sus antepasados, -Josué debería muchos dineros- replica Enrique, -aunque primero deberíamos aplicarle juicio sumarísimo por hacer mal uso de la marca- apunto. En el supuesto de que Grecia se viera forzada a salir de la euro-zona, cosa que tomando en cuenta su historial aun parece viable, se vería convertida en un Estado paria. ¿Qué podría hacer en ese supuesto? Imagino que la mejor opción sería adoptar un sistema, por decirlo en términos breves, socialista y poner a trabajar a todo mundo. De otra manera, sin crédito ni ahorro nacional, no veo como podrían siquiera sobrevivir una semana.
Grecia llegó donde está por que su clase política ocultó durante años los verdaderos números de la economía nacional y gastó dinero de una manera irresponsable. Una historia que se ha repetido en innumerables ocasiones alrededor del mundo. Las últimas dos crisis económicas de nuestro país han ido más o menos en el mismo tenor. La última crisis económica mundial fue culpa en gran medida de la corrupción con que actuaron diversos agentes económicos. Y entonces la discusión se polariza entre quienes piden más y mejores medidas regulatorías y quienes afirman que la auto-regulación es posible.
La corrupción es necesariamente un acto comercial, que involucra generalmente la entrega de un bien a cambio de una concesión de alguien con el poder para entregarla y todas las variantes imaginables. Releyendo la entrevista que James Creelman le realizara a Porfirio Díaz, a propósito de los extraños festejos por el centenario de la muerte del dictador, me encuentro con esto:
“El individuo mexicano, como regla, piensa en sus propios derechos y siempre está dispuesto a hacerlos valer. Pero no piensa mucho en los derechos de los demás. Piensa en sus privilegios, pero no en sus obligaciones”.
Dicho o no por un dictador para justificar su actuar, estas palabras son tan ciertas hoy como lo fueron hace cien años. Ahí entra en juego un componente extra de la corrupción: el egoísmo. Llego entonces a la conclusión que una sociedad sin corrupción es posible si está ha alcanzado al menos dos logros: igual entre sus miembros y un sentido de cooperación social “somos iguales y trabajamos juntos por los mismos objetivos”. En Grecia lo entendieron al revés y prefirieron retirarse jóvenes en lugar de trabajar.
Siempre me pregunté si Agustín Carstens sería capaz de levantar una de esa moneditas de cincuenta centavos del piso o incluso una mesa. Por allá arriba, donde se discuten temas macro-económicos todo mundo actúa como si no hubiera nada que temer mientras acá abajo, ya con el hocico quemado, nos preguntamos que será de nosotros si nuestro peso sigue devaluándose como lo hace actualmente.
Bien me maldecía un amigo cuando sentenciaba “entre economistas y corruptos te veas”.