Números de escándalo
Somos como niños de la calle, estamos muy pobres y no tenemos dinero ni trabajo. Necesitamos pedirle al Papá perdido, rico, que nos da todo.
En tu vida. Estamos bien pobres, necesitamos alimento, y vestido y bienes más importantes, la salud, el sentido de la vida. La muerte nos aguarda y nadie nos protege de ella.
Algunos tienen dinero que les trae nuevas necesidades y les complica la vida: envidias, pleitos, asesinatos, derroche de salud, angustias, soberbia, egoísmo, pérdida de la fe en Dios, adicciones.
Dios habla. Salimos de Dios, que nos echó al mundo. Nuestra vida aquí es pobre, precaria, frágil, limitada.
Tenemos algunas cosas y momentos felices pero breves y marcados por los gastos, fallas, los pecados.
La felicidad plena y definitiva no se encuentra en esta tierra. La fiesta más rica, con la alegría total y definitiva, donde no falta nada y el corazón está satisfecho y en paz sólo se encuentra en el cielo.
Estamos amolados, en la persona o en la familia y sociedad, nos falta todo, nos duele todo. Los poderosos no escuchan nuestras peticiones sino para lucirse y hacer que el pobre sirva a sus intereses. No te socorren en tu necesidad, te dan sólo migajas y aspirinas.
Con el papá del cielo es diferente, él se entrega todo a los pobres. A él le podemos decir: “de todo corazón te damos gracias porque escuchaste nuestros ruegos… por tu lealtad y tu amor… Se complace el Señor en los humildes y rechaza al prepotente, creído.”
En su Palabra Dios nos enseña a orar, nos entrena en la oración. El mismo nos dice cómo dirigirnos a él, como a un amigo, con insistencia, con cierta audacia. Abraham es un modelo, intercede por Sodoma y Gomorra, las ciudades perdidas forzando al Señor.
Es sorprendente el mensaje del Evangelio, él nos enseña a pedir con muchas ganas, a perseverar, insistir hasta ser molestos, hasta no dejarle al hermano otra salida que atendernos. Debemos acercarnos a él, a todas horas, arrancarle los favores.
Como Dios, Cristo no invita a confiar, nos hace sentirnos con derecho, “con gallo” para alcanzar las cosas. Nos trata como a hijos consentidos, nos da una cercanía y una confianza extraordinaria. Dios mismo, el Señor de la vida y los regalos nos dice cómo pedirle.
“pidan y se les dará, busquen y se les abrirá, llamen y se les abrirá”.
Los papás, que son malos, les dan a sus hijos lo que les piden. Más que ellos, su Papá del cielo les concederá los milagros y todos los valores, a quienes se lo pida.
Les dará lo necesario, los bienes del cielo, de la nueva vida de Cristo resucitado, como afirma Pablo. No les dará los bienes para hacerlos pecar o aferrarse a esta vida mortal y llena de sufrimientos y miserias.
Nos dará el Espíritu Santo para guiarnos a los bienes verdaderos.
Por eso hemos pedido al principio de la misa: “enséñanos a usar con sabiduría de los bienes de la tierra, a fin de que no nos impidan alcanzar los del cielo”.
En la vida de fe hay un elemento fundamental que debemos aprender, la oración. No sabemos orar, estamos lejos de Dios, no tenemos confianza. Nuestra oración es inconstante, oramos sin ganas de alcanzar los favores, fácilmente la abandonamos.
Vive intensamente. En las penas, pobrezas, tristezas que no faltan, busca primero a Dios antes que a los hombres. Dios es rico y tiene todo el poder para ayudarte si sabes confiar en él.
Cristo con nosotros. Cristo está en la misa nos da la confianza para acercarnos al Papá del cielo y pedir, nos da a comer su Cuerpo, a beber su sangre.
Para platicar en familia. Comenten: ¿Por qué con tantos problemas tan pesados no nos acercamos al Padre Dios, que ayuda en todo porque tiene todo en sus manos y bueno para socorrernos en nuestras necesidades.