Libre expresión
Si alguien ofende a mi madre, lo más seguro es que le dé un puñetazo. Papa Francisco.
“Matar en nombre de Dios es una aberración. Pero tampoco se puede provocar ni insultar la fe de los demás. Y si alguien dice una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo”, expresó el Papa Francisco.
Cada día admiro más a este hombre, hoy con la investidura de Papa. Francisco se ha ganado mi respeto por su sencillez, franqueza, claridad de definiciones y objetividad. De la misma forma que me caen gordos los santificados, como el filósofo italiano, Massimo Cacciari o los voceros “oficiales” del Vaticano, que al estilo de Rubén Aguilar traduciendo las estupideces de Chente, quiso interpretar lo dicho por el Papa, argumentando que era poco católico pero simpático ¡Disiento!, nada hay más católico que actuar de acuerdo a nuestra naturaleza, es decir, a la forma en que nos hizo el Creador, y responder a una ofensa con un puñetazo, no solo lo considero católico, sino natural y humano y eventualmente necesario. Argumentarán las buenas conciencias que el Gran Libro dice que hay que poner la otra mejilla; yo digo que suena bonito pero irreal, si el mensaje eclesial fuera poner la otra mejilla, nunca hubiera existido la “Santa Inquisición” que de santa nada tuvo y menos las Cruzadas, donde, en el nombre de Dios se fue a asesinar a quienes pensaban diferente y así ¡Oh pequeño detalle!, quitarles lo que poseían.
Hace unos días invitó el Papa a las madres que le acompañaban en la capilla Sixtina, en el Vaticano, a que diera “pecho” (de comer) a sus hijos y afirmó: no hay nada más urgente que dar de comer a un bebé hambriento y añadiría yo, ni nada más tierno y natural que una madre amamantando a su hijo.
El pecho de una hembra es algo natural, aún dentro de una Iglesia, mi perrita tiene ocho, por si les queda duda. Convertir los pechos femeninos en objeto de lasciva y morbo es una distorsión de la cultura occidental, comercializada brillantemente por Hefner en su PlayBoy y aumentada por la Iglesia y las buenas conciencias de “mochos” retrogradas que ven en el pecho de la mujer el pecado; lo que representa un negocio de millones de dólares, al convertir algo tierno y natural, como el pecho femenino y materno, en objeto prohibido, pecaminoso y erótico. Lo mismo pienso de la sexualidad, satanizarla o convertirla en algo malo y pecaminoso, fue una idea brillante de quienes saben que prohibir lo que el instinto manda, es por definición un gran negocio, ya que las mayorías van a infringir de forma natural la prohibición y consecuentemente a pagar la multa o penalización.
Escuchar al papa, invitar a las madres a dar pecho, aún en lugares “santos” y de oración como El Vaticano, hace renacer en mi la esperanza de que mi Iglesia de un giro y deje de verse a sí misma como el eje (obligo del mundo) y se reoriente al servicio al prójimo como Jesús, El Cristo, nos enseñó.
Obviamente yo no soy; Charlie Hebdo ni pretendo serlo, ya que no comparto una supuesta libertad de expresión que tiene como eje la ofensa a quienes son o piensan diferente y menos cuando la ofensa abarca algo que sabemos, otros consideran sagrado. No justifico el asesinato en nombre de su Dios, pero tampoco la ofensa en nombre de la libertad de expresión… ¡Así de sencillo!