Abanico
¿Qué vida queremos tener cada uno? ¿Cómo nos gustaría convivir con nuestros semejantes? ¿Qué tipo de sociedad queremos? ¿Qué México queremos? ¿Cómo educamos para alcanzar los sueños?…
El objetivo del presente artículo, estimado lector, es motivarte para que llegues a tus propias definiciones y así poder listar tus objetivos personales y sociales, que sumados a los míos, como compatriotas que somos, nos permitan definir un camino para reconstruir el México que queremos heredar a nuestros hijos.
Con estas premisas en mente, en mi opinión debemos llegar a un cambio de paradigmas educativos que tienen que ver con invertir los roles y pasar de padres y docentes a los jóvenes, el empoderamiento que les permita ser responsables y constructores de su desarrollo y de su propio destino. En otras palabras, eduquemos para hacer a nuestros futuros ciudadanos, corresponsables de la tarea de reconstrucción nacional y en consecuencia copartícipes de las definiciones del México del futuro, finalmente: es para ellos.
El empoderamiento en el aula pretende hacer al estudiante un individuo que tome bajo su control y responsabilidad el compromiso de su propio desarrollo y aprendizaje; entendiendo que para ello cuenta no solo con los recursos tradicionales: libros, videos, aulas, sino con la colaboración activa del docente para que, acompañándolo, sea guía para sus procesos de formación y aprendizaje.
El empoderamiento es el ejercicio de toma de conciencia del estudiante para ser constructor de su propio destino. En este proceso, el docente cede parte de la autoridad y comparte responsablemente el compromiso por el aprendizaje y desarrollo del alumno; este proceso se da a través de técnicas de comunicación que tienen como eje el respeto y el compromiso compartido, por el alumno en función de su propio interés y por el docente por vocación y compromiso con su práctica, para “despertar” en el joven conciencia sobre su propia valía y su personal responsabilidad para alcanzar sus objetivos personales y tener una vida satisfactoria (No utilizo la palabra “éxito” por ambigua, ya que el “éxito”, sin alcanzar la plenitud personal y por ende la felicidad consciente, es una falacia producto del modelo de convivencia que hoy tenemos y del materialismo fundamentado en una sociedad de consumo). En texto de Analí Torres, se menciona el compromiso institucional con: 1.- Una práctica liberadora orientada hacia las nuevas políticas educativas. 2.- El compromiso del profesional docente sobre la propia reflexión y revisión de sus prácticas en el aula, las que en mi opinión tienen que añadir el concepto de atención personalizada y el de compromiso compartido, y 3.- La acción estudiantil como elemento primario y condicionante, a lo que me permitiría añadir los adjetivos de: “consciente y razonada”; es decir, es necesario que el estudiante se comprometa racionalmente con su propio crecimiento y aprendizaje como condición para alcanzar los objetivos, y es corresponsabilidad del docente, que esto suceda.
La parte clave de esta propuesta, es el compromiso del maestro en las cuestiones personales de cada alumno, de donde podríamos concluir que el eje del empoderamiento y por consecuencia del éxito en este cambio de paradigmas, radica principalmente en la relación humana, producto del conocimiento mutuo y del trato personal que se construye entre el alumno y el maestro, en donde este último reconoce, no solo al alumno como persona que merece respeto y a la que hay que cuidar en su dignidad, sino que la percibe en sus sentimientos, problemas, sueños y aspiraciones construyendo así un vínculo parecido al de la amistad que se finca en el interés por el prójimo, derivado, insisto, del trato personalizado… ¡Así de sencillo!