La opción
Uruapan, Michoacán, 1 de noviembre del 2014
–Si va a hacer experimentos, hágalos con sus hijos, no con el mío, me espetó un padre de familia.
La buenas conciencias, los predicadores del “deber ser”, abanderados de los derechos humanos (de los que delinquen, no de las víctimas) y algunos congresistas miopes, olvidando a las víctimas futuras, señalan como debemos, a un menor de edad que se droga, darle oportunidades y apoyo para “rescatarlo”, posición que comparto con una salvedad: dado el riesgo de contagio que implica el dejar una manzana podrida junto a las manzanas buenas, en mi opinión, el joven que desgraciadamente cayó presa de los enviciadores (nadie se vuelve drogadicto solo), debe aislarse en tanto se le ayuda con su dependencia (enfermedad)… ¡No!, no es que no me preocupe o interese en el joven vicioso, tampoco que no esté dispuesto a hacer un esfuerzo personal y/o apoyado por la sociedad y autoridades para sacarlo del vicio y darle oportunidades de una vida sana; lo que sucede, es que queriéndolo o no, el comportamiento de un vicioso es como el del borracho: para presumir y ser buena onda o para no sentirse miserable al estar solo con su vicio, de manera casi natural invita o trata de inducir a otros a consumir y ese es un riesgo que no podemos correr cuando de jóvenes estudiantes se trata. Tiene razón el padre de familia; si vamos a experimentar hagámoslo con nuestros hijos… Ya del que vende y hace negocio con la venta de la droga, ni que decir, ese estará tratando de que todos los jóvenes se vuelvan viciosos para hacer “negocio”.
En mi opinión, la sociedad en su conjunto, en forma paralela al combate contra las drogas y los grupos criminales que al amparo del poder hacen el gran negocio, deberíamos redimensionar el problema y actuar en consecuencia cuidando a nuestros niños. No sé si tú, estimado lector, sabes que el problema está empezando en nuestras primarias y secundarias y que de forma criminal y cómplice, muchos directores y maestros cerramos los ojos (no estaría sucediendo si todos actuáramos para detener la pandemia), de la misma manera que lo hacen muchos padres de familia que, empiezan negando el que su hijo esté en riesgo y sea consumidor y luego, al enfrentar la realidad de tener un hijo vicioso, simplemente asumen una posición protectora y de defensa que da pie para que su hijo contamine a otros, lo que vuelve exponencial el problema, ante la mirada atónita de políticos y gobernantes que siguen en lo suyo, ver que hacer en los procesos electorales por venir, para que “SU” partido mantenga posiciones o para que los grupos de poder al interior sigan lucrando con el presupuesto del pueblo, al margen de sus ineptitudes o corruptelas.
Es en este contexto que padres de familia del municipio de Celaya, 275 de ellos, unánimemente decidieron asumir de frente una campaña contra la drogadicción para defender a sus hijos, donde el primer paso es desmitificar el aura de “aventados” (no son Chucho el roto) de quienes se drogan o trafican con drogas, con el siguiente slogan:
El que vende droga es delincuente, el que se droga es un pendejo;… de hecho, el que se droga es doblemente pendejo; mantiene al delincuente y daña su cuerpo…
Vergüenza debería darle a congresistas, autoridades y gobernantes, que sean los padres de familia, ante la inutilidad de los planes y acciones “oficiales”, quienes tengan que asumir el cuidado de sus hijos y quienes, con una sensibilidad y visión de la que carecen muchos de nuestros políticos, antes que atender recomendaciones de la ONU y de organismos internacionales respecto a la forma de educar mexicanos, busquen definir el México que queremos para actuar en consecuencia y así, en lo posible, diseñar el modelo educativo que necesitamos, en donde, sin duda, teniendo como pilares la prevención y la denuncia, debemos cuidar el separar las manzanas buenas de las malas,… sin desatender y sin criminalizar el rescatar a nuestros jóvenes del vicio… ¡Así de sencillo!
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador