La opción
Esto pasa en leño verde… es una muestra dolorosa de lo hondo que hemos caído. Hemos perdido los valores sagrados, ¿quién puede sentirse seguro?
El Padre Francisco Javier Gutiérrez párroco de Capuchinas en Salvatierra es deportado desaparecido, el lunes 6 de abril. Es encontrado asesinado al día siguiente en las afueras de Salvatierra. Ha sido asesinado.
El atentado contra toda vida humana es grave, triste, porque se atenta contra el valor sagrado de la vida de todo ser humano, imagen viva de Dios, un destino trascendente, un ser sagrado. En el caso del sacerdote se suma la profanación de una persona consagrada, imagen del Dios altísimo y de Cristo su Mesías resucitado.
Es muy triste por la presencia del mal y la muerte, por la pérdida de todos los valores, por el grado de barbarie a la que ha retrocedido el mundo de la tecnología y las inversiones, del negocio y del consumo. En la vivencia de los valores inmutables, cómo hemos retrocedido.
La violación del primer derecho de la vida es gravísimo siempre y en todos, así sea en el más pobre y humilde, desconocido. Es igualmente insoportable y debe condenarse absolutamente.
Es una pequeña de muestra del sufrimiento de los pobres, hay que reconocer las malas noticias en un mundo donde se multiplica el dolor de la gente.
Ciertas personas de la elite del poder no ven las malas noticias. Niegan muchísimas y otras las manejan según su conveniencia.
El padre Francisco Javier trabajaba en la diócesis de Morelia, esta tierra que no es de las más seguras, como ha proclamado el secretario de gobernación.
Se en la pérdida de valores, se ha banalizado la muerte de un ser racional. El problema de los asesinatos se toma con una ligereza escalofriante. En la refriega que dejó once muertos en La Ruana, se estuvo llamando a la autoridad con insistencia… el funcionario no movió un dedo. Ahora va corriendo tras un puesto de elección.
El asesinato del Padre Francisco Javier cala muy hondo, hasta las profundidades del alma donde se guardan los valores sagrados. El dolor es hondo, la herida es en lo más querido, en donde más duele.
Estremece pensar que nada se respeta ahora. Nada hay seguro, nadie se puede sentir seguro. Si esto pasa con el leño verde, ¿qué no pasará con el leño seco?
Ciudadanos muy sencillos piensan y cuestionan: ¿Por qué el estado, todos los gobernantes, los garantes del orden, custodios de la persona humana no toman en serio todos los asesinatos, desaparecidos, fosas clandestinas, secuestros, etc., etc. y toman medidas importantes, radicales y eficaces, del tamaño y gravedad del mal terrible, insoportable?
¿Por qué se politizan las acciones y programas y atienden primero a conveniencia, se buscan bienes relativos, facciosos, criminales, en el fondo se protege a los malosos? ¿Por qué no se aplica todo el peso de la ley, toda la fuerza del Estado y dejan que los criminales se escapen y sigan golpeando a muerte?
¿Qué hacer para que las autoridades se conviertan al bien, la rectitud, el imperio de la ley? ¿Cómo hacer para que todos los ciudadanos se pongan en pie de lucha con los crímenes y asesinatos y el Estado-sin-derecho?
La reforma moral, es la primera, la fundamental y la ignorada de las reformas. Estamos gritando en el desierto, al menos así parece.
En eso, la Iglesia de Cristo, la institución que más ha aportado a la historia de México tiene una palabra definitiva que decir.
Tiene la sabiduría, enseña los valores de la persona humana, empezando por la vida. Tiene los mandamientos, no hay que descubrirlos. Sabe la prohibición de matar, el mandamiento de amar a los enemigos, hasta poner la otra mejilla, hasta no ponerse con el violento.
Tiene el modelo del único líder inocente, del Mesías que denunció el mal, provocó la ira de los corruptos y se entregó libremente a la muerte, retó a la maldad, la venció e hizo aparecer el triunfo del bien y la luz y la entrada del mundo nuevo.
Es paradójico pero es cierto, la sangre del mártir es semilla de un mundo nuevo: “si el grano de trigo….
El cambio no viene con las camionetas blindadas y armas mortíferas, con los operativos y los ejércitos. Simplemente derraman más sangre.
El cambio es silencioso, simple y procede del corazón.
El paso puede parecer insignificante: hay que hacerse violencia, despojarse del egoísmo, las bajas pasiones, las diversiones para acceder a algo más substancial. ¡Hay que renunciar a la pasión por el poder, las riquezas mal habidas, a la fama mundana!
Hay que despojarse de las cosas vanas, encontrar a Cristo, dejarse transformar. Vivir asombrado por la vida del más humilde de los hermanos. Hay que luchar por la verdad, la justicia, el amor.
Como él habrá muchos testigos (mártires) de la justicia, del bien común, el amor a los pobres.