El voto de Dios y la virgen
Viene el Papa, ¿A qué no viene?
El hombre es un ser que trasciende la materia y se guía por la sabiduría divina para alcanzar su destino definitivo y ser feliz. El papa viene recordare su verdad.
La agenda del Papa no es la agenda de las empresas de comunicación: ser vedette, espectáculo. No es la de los poderosos, no una oportunidad de justificación ante el pueblo.
Es necesario precisar algunas ideas. La Iglesia es el pueblo de Dios, la familia de sus hijos en la tierra que recibe al hombre en su seno y lo guía a través del mar donde se escucha el canto irresistible de las sirenas hasta llevarlo a feliz puerto de paz y de beatitud.
El Papa, cabeza visible de la Iglesia, no busca intereses políticos o económicos, está al servicio del hombre integral, de su destino trascendente y total y de los principios y medios que lo llevan ahí. Por eso, invita a alentar sentimientos de compasión y de misericordia en el marco del amor de Jesucristo.
Viene a la familia de los hijos de Dios que peregrina en México y a todos los moradores de estas tierras, como diría la Virgen de Guadalupe, a ser testigo de la vida integral del hombre, con todas sus verdades y exigencias.
Recuerda sus valores materiales, por ejemplo, todos los que tienen que ver con la casa grande, ecología y con una economía de rostro humano.
Recuerda los valores espirituales, su dignidad divina de persona, hijo de Dios.
El Papa señala la vía que protege de intereses mezquinos, para que el hombre alcance una vida mejor. Recuerda los grandes principios, los valores absolutos, que no se negocian como la justicia y el derecho que se expresa en la ley que debe aplicarse siempre, sin compromisos, sin obedecer a influencias ni conveniencias.
Hemos perdido el sentido de los valores de la convivencia humana, no animal o robótica, inconmovibles, que no prescriben, no dependen de las modas.
Ya no nos guiamos por los principios que son señalamientos para todos, que no admiten excepciones. La primera necesidad de los michoacanos en este momento no es el empleo, el dinero, sino la justicia y el derecho que se alcanzan a través de la ley. Cuando se aplica la ley todo empieza a cambiar.
Las leyes físicas y químicas no admiten excepción, tampoco las leyes morales admiten excepción. Mayor efectividad tienen los principios metafísicos, como el del bien y del mal, el de la verdad, no admiten excepción, no dependen de sondeos de opiniones o de conveniencias.
Si la mariguana hace daño al hombre cuando la consume por placer, es un mal y el mal es un mal. Si no se le puede legalizar, tampoco se puede amparar a nadie para que la consuma. Esos valores no se debaten. No se puede admitir por porcentajes de opiniones, por modas o porque Pepe Cárdenas u otros locutores están a favor.
Es sano recordarle al hombre su verdad, otro principio metafísico: el hombre no es dios para definir el bien y el mal, está sujeto a un Ser Superior y a una ley objetiva, exterior a él. Así, debe respetar su cuerpo según las leyes divinas y humanas, no se puede mutilar, embrutecer por la droga, no puede destruir su salud ni quitarse la vida.
Estos vaivenes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación son un botón de muestra del vacío de valores y desconcierto de la sociedad humana que no tiene señalamientos inconmovibles.
El Papa trae sin duda el permanente llamado a la conversión, invitación a un cambio permanente.
Es un impulso en nuestra lucha en crisis invencibles contra la corrupción en la clase dirigente y el ciudadano de a pie.
De alguna manera viene a recordar la reforma moral en el marco de la alianza con Dios y su destino definitivo poniendo en la mesa los principios divinos y metafísicos de la primacía de Dios y de la persona humana. Un ejemplo es la verdad, no se puede ocultar la realidad ni maquillarla poniendo filtros a las noticias, falseando la visión de la realidad.
El repite una palabra de aliento: la comprensión infinita de Dios, la misericordia y la ternura para el pobre caído en manos de los hombres soberbios, explotadores.
Será una hora de gracia, una oportunidad magnífica de conversión y de fe: reconocer que sólo Dios es Dios y que sus leyes son las más sabias y seguras guías para los hombres.