La opción
UN CARDENAL PARA LA IGLESIA
Amigo carísimo, amiga, te comparto estos pensamientos desde la sala de prensa de El Vaticano. Hay una noticia gozosa en medio de informaciones trágicas y tristes: el Papa Francisco nos ha regalo un cardenal en la persona de nuestro obispo Alberto Suárez Inda. Por primera vez en la historia.
Es una fiesta por varias razones. Michoacán se hace presente en la Iglesia del planeta y de México.
Mucha gente ha sentido este nombramiento como la caricia de Dios para un pueblo sometido a una prueba dolorosa, larga, invencible.
El desgarramiento y el sufrimiento de la gente son muy hondos. Hay que estar cerca de las multitudes para escuchar su corazón desgarrado por el crimen, el luto, el desamparo de los pobres.
El pueblo se debate en un mundo de cortinas de humo y de sombras, en la confusión, la ficción, el abismo de separación entre las clases privilegiadas y el pueblo pobre, burlado, olvidado. Entre los que quieren, como dioses falsos, resolver los problemas con un decreto y niegan el sufrimiento en sus discursos.
Ha sido el gesto de un hombre sencillo, preocupado por las periferias que se debaten lejos del poder y del dinero, del papa Francisco pobre, coherente. Es Un gesto como un rayo de sol en la nublazón del invierno, en el cielo helado y negro. Ha parecido una palabra de aliento y un débil pero real motivo de esperanza.
A partir de esta claridad podemos creer en un México diferente, la patria que soñamos de progreso y vida digna para las multitudes, donde la paz, seguridad, empleo y bienestar es posible.
Este detalle nos hace pensar que podemos soñar con. Políticos que dicen la verdad, que no pintan un mundo a su manera, según su conveniencia, que salen de su mundo de ensoñación, de su realidad político virtual y de engaño y que buscan el bien común y no sus ventajas personales y partidistas, que no lucran con la miseria material, el atraso del pueblo, que no saquean las riquezas del país para enriquecerse sin medida.
Podemos creer en un México sin criminales, asesinos, liberado de los grandes intereses de dinero y de poder que aplasta y mata, en un entorno mundial que no menosprecia y aplasta a los países en vías de desarrollo.
Podemos esperar un México sin falsos redentores de los pobres, que en realidad son anarquistas, secuestradores que toman como rehenes las ciudades, que invaden la carretera y las vías públicas, que ondean las banderas de las reivindicaciones sociales, que en realidad luchan por sus intereses facciosos.
Podemos esperar un país sin alianzas entre líderes sociales y grupos de protesta que fomentan el vandalismo, que celebran arreglos cupulares contra los intereses de las mayorías.
Hay una nueva luz que se filtra de otro mundo, más puro y radiante, de honestidad y respeto a la persona. Tenemos un destello del mundo de Dios y de los valores universales, donde los malvados y desalmados no triunfan sino vence el bien. Donde existe Dios y los valores más puros. Las personas pueden estar libres de corrupción y de mentira, sin ceder a la voracidad ni a las pasiones bajas de muerte. Ahí hay personas que ven con claridad el bien y quieren lograrlo, sin poses perversas e hipócritas como ciertos slogans que circulan. Don hay políticos que ven el camino de la salida de la crisis y están dispuestos a seguirlos aunque se queden sin nada. Donde hay un modelo de nación y empieza a ser realidad porque se extinguió la raza de los que engañaban al pueblo y cedieron el lugar a hombres nuevos, clarividentes, puros.
El nombramiento del cardenal es como si se rasgara el cielo de negros nubarrones y se asomara un cielo de pureza y de frescura, como una abertura al mundo nuevo que deseamos con vehemencia y necesitamos con urgencia.