La fe, energía para detener el cambio climático

 

La fe es una corriente íntima del ser humano, pura que lo moviliza para detener el cambio climático, pero es necesaria la conversión moral.

 

¿Sirve para algo la fe en Cristo resucitado ante este mal de los calores insoportables debidos al cambio climático?

La fe humana es una fuerza interior, espiritual que te lleva a confiar en tu persona y a buscar bienes magníficos en lo futuro.

La fe divina, para quien tiene la fortuna de llevarla, es una visión y una fuerza que te lleva a descubrir tu dimensión de trascendencia, energía espiritual y una presencia  lógica, poder que no es de este mundo, sino de Dios.

Es una energía interior de renovación de la persona, lleva a una actitud nueva para cambiar al mundo.

Por la fe, vemos en la naturaleza, la Casa Común y nos comprometemos a cuidarla.

 

Los calores que se sienten cada vez con más intensidad no son  un hecho aislado sino un fenómeno permanente, debido al cambio climático, este flagelo es de terribles consecuencias.

Hay muchos factores que causan este cambio y sus fenómenos terribles. El modelo socio económico mundial, como lo señala el Papa Francisco en “Laudato Si” no valora la naturaleza y promueve acciones devastadoras de ella.

No hay acciones articuladas, racionales que respeten el bien integral de la casa grande.

Avanzo algunos ejemplos mayores: Los productores agrícolas no respetan el equilibrio de los lagos y ríos y explotan el agua irracionalmente y para fines egoístas solamente.

Los aguacateros actúan contra la ley de cambio de uso de suelo, sobornan a las autoridades y acaban con los bosques. Derriban las máquinas de agua como llaman a los pinos, alejando las lluvias, en lugar del ropaje de los árboles grandes, ponen las huertas de aguacate que se ven como una sarna… Para asegurar su “oro verde”, por su riqueza en pesos, sacrifican la naturaleza, contaminan los lagos y arroyos con sus pesticidas y químicos de abono; Llegan a bombardear las nubes para deshacer la lluvia, con todo el daño que conlleva para los pueblos y la agricultura y el medio ambiente.

 

El problema más amplio de la destrucción del medio ambiente con el cambio climático, preocupa seriamente. El Papa Francisco le dedica su encíclica “Laudato Si”.  El libro es sabio, está sólidamente documentado y propone alternativas valiosas que pueden cambiar la suerte del planeta.

La preocupación no es nueva, ya en 1971 encontramos en Paulo VI una voz profética. Ante la FAO señala la posibilidad de una “catástrofe ecológica bajo el efecto de la explosión de la civilización industrial” (Citado por Laudato Si, n. 4).

 

Entra en juego la ecología humana, la devastación viene por la acción de los hombres. Estos están muy duros e insensibles. Están ebrios de orgullo y egoísmo, de alcohol, drogas y bienes de consumo. Urge una sacudida profunda y fuerte, para que muchos hombres despierten  de su vida fácil e irresponsable.

Ya es tiempo de que despierten, que se conviertan a un código de moral que guía la inteligencia y voluntad del hombre, facultades espirituales que nos distinguen de los brutos.

¿Con qué se le despertará? Urge la conversión moral difícil, rayando en lo imposible, pero al alcance de su voluntad humana. Porque “las proezas técnicas más sorprendentes si no van acompañados de un auténtico progreso moral, se vuelven en definitiva contra el hombre” (Ibid.).

 

El Patriarca ortodoxo Bartolomé “llamó la atención sobre las raíces éticas y espirituales de los problemas ambientales, que invitan a encontrar soluciones no sólo en la técnica sino en un cambio del ser humano…. Pasar del consumo al sacrificio, de la avidez a la generosidad, del desperdicio a la capacidad de compartir en una ascesis que significa aprender a dar. Es un modo de amar, pasar poco a poco de lo que yo quiero a lo que necesita el mundo de Dios” (citado por Laudato Si n. 10).

 

El problema es inconmensurable, muy pesado y de ahí depende la supervivencia de la raza humana.

 

Qué me toca  hacer a mí? Cambiar yo mismo, ser agente de cambio entre los depredadores y contaminadores. Hay que luchar a brazo partido contra la destrucción de la naturaleza. Urge actuar desde hoy.