Itinerario político
EL CUERPO SOCIAL INVADIDO DE CORRUPCIÓN
Mateo Calvillo Paz
Creo que te has hecho esta reflexión: ¿qué tan honda es la corrupción en México, es una enfermedad leve o se tememos el fatal diagnóstico de una enfermedad incurable?
Una oficina de investigación artística en la Ciudad de México, me lleva a esta reflexión.
Darío, su coordinador, un hombre inquieto, con ideas creativas se siente en un ambiente duro porque a los trabajadores no les importa hacer la tarea y alcanzar grandes metas para avanzar. Están ahí por tener la base laboral, por el salario seguro.
Hacen como que cumplen su tarea mientras pueden cobrar. Faltan o llegan tarde cuando pueden y se dan mañas para justificar sus faltas.
Al jefe que llegue con entusiasmo y buen ritmo de trabajo lo “truenan”, le ponen toda suerte de obstáculos para que no los ponga en acción y les quite su dulce ociosidad.
Darío, idealista, entusiasta, decepcionado piensa que no sólo su oficina está así, también toda la maquinaria gubernamental, más aún todo el país.
Darío, psicólogo, filosofa en voz alta, piensa que el cuerpo social, totalmente infectado, no puede cambiar. La solución es que muera para renacer de nuevo. Es la condición que vive el Mesías, según la tradición cristiano – occidental, para acabar con un mundo de pecado y corrupción muere y resucita. Es el misterio pascual.
Vive el coordinador una lucha agónica para no dejarse absorber por el ambiente, para conservar la pureza de su ideal libre de contagio, para no caer en la inercia de muerte y corrupción.
Los síntomas del cáncer, por el que está totalmente invadido el cuerpo social están a la vista. Es escandalosa, increíble, indecible una corrupción tan profunda y generalizada que tiene a la nación mexicana a la cola de los países en educación, investigación, productividad, progreso sostenible. Un signo son los tristes en casi todos los órdenes, el producto interno baja, en deportes, los resultados de una selección nacional dan tristeza en la cancha. En la mente, con actitudes absurdas se justifican, quieren hacer creer que así están bien.
Darío se ha visto golpeado en su carácter idealista, en su impulso puro vital. Se resiste a dejarse corromper, a dejarse cambiar para ser uno más, asimilado al sistema, como todo los que vegetan y nadan de muertito, -expresión suya- para conservar la chamba segura y las prestaciones, sin ninguna otra meta noble.
La tarea épica de vencer el ambiente de inercia y corrupción, de conservarse original, de no dejarse absorber por las ondas de corrupción, apatía, chambismo, mentalidad y actitud de gente enana, pasiva, apagada, sin la vida de los grandes ideales parece imposible.
No lo es. Podemos realizar el prodigio de renovar a México, a pesar de los millones de virus.
El problema del contagio es general, los virus pululan, llenan el aire, como una invasión de agentes de inercia, con una fuerza irresistible de seducción. El contagio es por seducción o por inercia.
Ionesco, este autor sublime del Teatro de lo Absurdo, dedica una obra, Rinoceronte a este contagio del mundo de los corruptos. Su obra El Rey se Muere es sublime.
En torno a su héroe, Berengo, todo mundo se convierte en Rinoceronte. Los casos se multiplican, se generalizan. Berengo se plantea a fondo la cuestión de convertirse también en Rinoceronte. Termina conservando su autonomía, su originalidad y permanece hombre.
Se puede permanecer honesto y conservar su ideal puro en medio del mundo de la corrupción.
En la inercia de corrupción, la vida es turbia, pálida como un sueño de enfermo. El hombre no se realiza, no tiene grandes goces, no vive con frenesí, no saborea las mieles del triunfo ni siente la caricia del viento de las cumbres más altas. Traiciona su condición de imagen de Dios, inteligencia creativa, destinado a tocar con la frente las estrellas, su dinamismo de inventor. Así no construye el país soñado y prometido en las campañas electorales. Un pueblo sin ilusiones está destinado a la mediocridad y el atraso y frustración permanentes.
¿Aceptamos el desafío de ir contra corriente y enfrentar un mundo convenenciero, flojo, conformista, que nada de muertito en la ociosidad y el placer por el placer, fácil, irresponsable, vacío de valores espirituales? ¿Es imposible ser diferente?
La lucha de Berengo en Rinoceronte es la lucha de un puñado de valientes que quieren conservar la pureza de su impulso vital, que sienten que les complican la tarea y lo acechan agentes perversos del mal y de la muerte.
La empresa de desafiar la corrupción social y vencerla puede parecer gigantesca, como el intento de una hormiga que enfrenta a la montaña. Eso es verdad para el hombre que vive mutilado en un mundo material de instinto, consumo y bienes materiales. Pero el hombre, en su dignidad honda, es libre, capaz de romper todos los determinismos y construir un mundo diferente, inédito. La libertad es para vencer la corrupción.