LOS NORMALISTAS DE AYOTZINAPA,

¿QUÉ SIGUE?

 

La desaparición de los cuarenta y tres normalistas es un hecho de resonancia mundial.

El impacto de las redes sociales y de los comunicadores es enorme, llevan la información a la aldea global.

Deben estar al servicio de la verdad y la justicia. Son una fuerza de presión para que no se oculten los crímenes ni queden impunes.

A pesar de esta misión, los especialistas señalan que la información pasa por filtros según intereses de los grupos de poder.

 

Los normalistas desaparecidos ya no se encuentran vivos, sanos y salvos. Es lo que concluye la lógica, después de declaraciones y pruebas, después de cerca de dos meses de la tragedia.

El ciudadano de sentido común se pregunta la razón por la que no se enfrenta la realidad con todas sus consecuencias, por qué se quedan algunos actores sociales estancados en el suceso criminal, por qué se quiere detener la historia y no se busca un mañana muy difícil pero posible.

¿Qué buscan los conductores sociales, a qué grupos sirven, qué intereses sectarios protegen?

 

El mundo material termina en el aniquilamiento a situaciones sin mañana, la muerte y la nada, no deja una salida, es un mal definitivo. Es la catástrofe final, definitiva.

Pero el hombre, en su vida individual y social, tiene una dimensión espiritual, más allá de las fronteras del mal y de la muerte. Se corre la cortina y se encuentran una potencia de recreación, un horizonte de inmortalidad, una lógica de triunfo sobre el mal, de justicia.

El hombre es creado para la vida plena, el éxito y la felicidad verdadera y la realización de todos sus sueños. Puede alcanzar esto con el recto uso de su libertad, según el programa inscrito en su íntimo ser desde el principio. Debe alcanzar su destino genuino y definitivo, fijado por su Hacedor, siguiendo el instructivo, inscrito en su naturaleza, compuesto de los principios y valores universales y el destino definitivo.

 

El humo de la violencia, las ideologías puede empañar la mirada y limitar la realidad a la materia y sus leyes científicas, materialismo e inmanentismo y cerrar la apertura a la trascendencia donde el bien vence al mal, y está la plenitud, inmortalidad, gloria, descanso, paz, fiesta sin fin.

Hay que ir más allá de una visión fragmentaria, incompleta de la existencia humana, hay que descorrer las cortinas para ver la realidad total, la dimensión de lo infinito, de lo inmortal. Hay una más allá de los asesinatos, incineraciones, desapariciones.

 

En la cosmovisión de la cultura occidental, católica y de las culturas mesoamericanas, la vida del hombre no termina en la muerte. Los normalistas han dado paso del mundo sensible al mundo de las formas verdaderas. Cabe la preocupación por su suerte eterna, su salvación.

La vida, va adelante para la gente de  Iguala, Guerrero, México. El devenir histórico no se detiene.

Continúa la construcción fatigosa de la patria de progreso, en la justicia y el estado de derecho, bienestar, de la patria ideal. Hay que luchar por una vida limpia de crimen, restañar las heridas del cuerpo social, promover servidores públicos renovados moralmente, sin vínculos con el crimen organizado ni con poderes fácticos, al servicio de los millones de pobres, que no maquillan la realidad, que defienden la verdad, que cumplen la ley y traen la paz.

No hay que detenerse en tragedias, en hechos fatales, encerrados en una nube de humo, dando vueltas en el mismo lodazal, con ceguera total, sin osar salir del mal paso, gritando consignas amargas, destructivas, anarquistas.

 

Hay que ver con claridad la tarea del momento, los nuevos retos para Guerrero y el país, la vía dolorosa de la purificación, hacia la resurrección y la gloria.

Urge tener actitudes nuevas: arrepentimiento, enmienda, tomar la dirección hacia un nuevo orden, con  la honestidad, la coherencia, la búsqueda del bien común, el respeto a la persona humana. Hay que ir tras valores que no prescriben: la verdad, el servicio desinteresado a los pobres, el desprendimiento de los bienes materiales, el poder y la gloria mundana, sin capricho, con normas y estructuras y un ordenamiento, bajo el imperio de la ley.

No podemos quedarnos volteando al pasado, es momento de discernimiento, de opción por las medidas radicales, dolorosas pero que van a sacarnos de la crisis, del caos y van a traernos la paz.

 Es momento de reabrir, de limpiar las fuentes cegadas de energías limpias. Es momento de renovarse como personas, de limpiar la parte de crimen, de maldad, capricho, egoísmo, caos, vandalismo que hay en nosotros, para ser hombres nuevos, constructores del México que queremos. Es el paso, la pascua.