Libros de ayer y hoy
La vía divina para salir del caos
En el sustrato cultural de México hay los recursos para salir del caos nacional. Los dirigentes deben convertirse, hacer la tarea y el pueblo con ellos.
Hemos conocido en los noticieros, hechos dantescos, por su crueldad y bajeza: la confesión de los criminales, ruedas de prensa y declaraciones de torturas y asesinatos.
Vivimos sumergidos en un estado de confusión, oscuridad, convulsión, maldad e impunidad socio política en el país, por el crimen, las complicidades.
La autoridad que debe guiar al pueblo para salir del caos y sufrimiento parece perdida, no encuentra la salida, acaso no la quiere ver o está buscando otros intereses ajenos y bastardos.
Da la impresión de que se refugia en una realidad virtual, de ficción. Arregla las cosas en su retórica, discursos que se alejan de la realidad.
Se siente un afán de arreglar la realidad ante los mexicanos, de maquillarla, hacer una presentación colectiva, de pintarles un mundo color de rosa.
Se instaura la política – ficción y la desconfianza ciudadana. El pueblo no cree en los políticos, afirmaba recientemente Silvano Aureoles.
Hoy más que nunca se impone una opción entre los intereses de las élites o el bien común de las multitudes débiles y pobres.
¿Quiere Peña, la clase política y los poderes del dinero y la comunicación arreglar realmente el problema?
La solución o es para todos o no es para nadie. No se pueden resolver los problemas sólo para los privilegiados.
Qué hay que hacer. Los dirigentes deben recordar que están tratando con seres humanos, de libertad e inteligencia, que se guían por la razón y un código de ética, por valores que no han prescrito, que son inmutables y universales.
Es absolutamente necesario un cambio total, un sacrificio de la persona. El Maestro de maestros lo enseña, sus seguidores lo saben bien: hay que morir a sí mismo para renacer al mundo nuevo de justicia, verdad, derecho, amor y servicio a los pobres, estado de derecho, orden, aplicación de la ley.
El camino es sencillo, diáfano, como una autopista de cristal de roca, con los señalamientos firmes de los grandes valores y principios.
Hay que optar, no por los intereses de unos cuantos de la clase privilegiada sino por el bien común de las mayorías, de las multitudes que sufren la miseria, angustia, desilusión.
¿Qué beneficio tienen ellos de los viajes con mucho glamour y numerosa comitiva, alfombras rojas y abrazos con los grandes del mundo?
Hay que hacer la opción por el desprendimiento, despojarse de sus intereses egoístas y partido centristas, de hacer dinero a lo cavernícola y mandar aplastando a los demás.
Hay que optar decididamente por el Bien Común, como valor absoluto. Este se define por la verdad, aplicando lo que se pregona en los discursos: la justicia, el derecho, el progreso y bienestar de los millones de mexicanos empezando por los pobres. Los primeros serán los últimos….
Hay que seguir eso que olvidan muchos católicos, los consejos evangélicos, hay que optar por la pobreza renunciando a las riquezas tan cargadas de injusticia, hay que vivir el desprendimiento de los bienes materiales, liberarse de la adicción del poder, la fama.
El camino está claro, el fin también. Pero, ¿serán los dirigentes capaces de rescatarse, de salir de su pequeño mundo, convenenciero y sin principios ni ley? ¿Son capaces de reconocer sus pecados, arrepentirse y enmendarse? Todo eso lo aprendieron desde niños cuando eran monaguillos en Atlacomulco.
Todo es posible y hasta simple apoyándose en Dios, en su poder de resucitar muertos y hacer mundos nuevos.
Los hombres así se renuevan moralmente y son capaces de enfrentar del mal que es sinergia y red de solidaridades para el mal.
Se puede salir del caos simplemente haciendo el bien, viendo la situación con la verdad, aplicando la ley, buscando el bien común, sirviendo a la persona humana, sancionando a los delincuentes.
Es lo mismo del principio, hay que ser coherente, hacer lo que se dice, poner en práctica todas esas bellas verdades, metas, intenciones, gestos bellos y amor a las mayorías pobres que se afirman en los discursos y se ostentan en las fotos.
Tenemos los valores y principios y la grandeza de alma para hacerlo. Entonces, ¿por qué no lo hacemos?
El pueblo democrático, responsable del futuro feliz de México, los ciudadanos de a pie, las mayorías millonarias, ¿qué esperamos, no sólo para “mover a México” sino para transformarlo?
Es un imperativo para los amigos de Cristo, luchar con todo por la justicia, con el amor y servir al hermano que cayó en manos de los criminales en el camino de la historia. Hacerlo hasta dar la vida como el Maestro divino y sus amigos como el inmortal Morelos.