Poder y dinero
Alcance redentor de los hechos violentos
La violencia, la suspensión de la justicia y del estado de derecho están en todo el país. Es más grave cuando no se encuentro sentido ni salida a la situación.
La tragedia continúa, Guerrero está bajo la lupa en este momento, en un El marco de corrupción de las instituciones nacionales, de mentira, complicidades, contubernio. Es el reino los impulsos bajos, búsqueda del poder y la riqueza.
Los valores de la religión, moral, decencia sólo existen en la tradición y en los discursos, en la realidad dominan a los hombres el individualismo, egoísmo, la búsqueda de intereses mezquinos, grupales y personales.
El empantanamiento continúa, la ley no se aplica a los asesinatos, muchas autoridades se alían con los malignos.
Hay indignación en la sociedad, las manifestaciones se multiplican en el país y en el mundo, impulsadas por los jóvenes.
Hay desconfianza en las instituciones y sus titulares. El cine y las redes sociales expresan el verdadero sentir de la gente.
El desencanto se asienta en el alma del pueblo, no se ve cómo la crisis va a ser vencida y se va a limpiar la injusticia y la inmundicia moral. Hay mucha sangre e inmundicia. Hay pesimismo fundado.
Estamos en el lodazal creado por conductas inmorales que ignoran los grandes principios de la conducta humana, la ley humana y el derecho natural y divino, como no matar, no robar.
Vivimos ante hechos absurdos por la brutalidad de las conductas y por la cooperación con el mal de quienes juraron cumplir y hacer cumplir la ley, preservar el estado de derecho.
La situación provoca la indignación con un sentimiento de impotencia. Un sustrato de odio y agresión se acumulan en el alma, con enorme potencia de erupción.
No podemos quedar en la visión oscura de la situación, sin sentido, sin horizonte realmente posible, encerrados en una realidad de absurdo y tragedia.
Urge darle sentido a esta tragedia, sufrimiento, traiciones a la ley, a los atentados con la persona, valor central y sujeto de derechos.
La búsqueda de sentido en este momento es fundamental. En un mundo que tiene una finalidad, que es guiado con sabiduría porque fue hecho con amor, no podemos quedarnos prisioneros de lo absurdo. No fuimos hechos para el mal. La salida existe en este mundo perecedero, en esta vida mortal, abierto a lo infinito y la inmortalidad.
Si nos aplasta la perversidad, inmoralidad y corrupción, el sacrificio es el paso a la patria celestial y sobre la tierra es semilla de un mundo nuevo. Hay que darle sentido a tanto sufrimiento físico, moral, espiritual de las multitudes.
Hay que hacer los caídos en los surcos del dolor y la muerte semillas de tiempos mejores; de su sacrificio una aurora del progreso y la paz.
Se necesita una potencia superior para cambiar el sentido de esta historia.
Se necesita la fe que trae la intervención de alguien infinitamente más grande, absolutamente bueno, fiel, incorruptible. El creyente tiene claros los fundamentos de esta realidad integral de las cosas.
El enviado del Creador ya vivió esta situación, enfrentó a las autoridades corruptas y fue torturado y muerto contra toda justicia.
Pero venció la maquinaria del mal y el poder de la maldad. Resucitó y puso en marcha un mundo nuevo.
Su muerte no fue estéril, fue el principio del mundo nuevo, puro sin obsesión del poder y del dinero, sin arbitrariedad y prepotencia soberbia y ciega, aplastadora y asesina.
En la lógica de la historia de salvación, se puede dar a tanto sufrimiento y muerte un sentido redentor. Hay que unirse al sacrificio de Cristo y a su movimiento y a la marcha histórica de la redención, liberación del mal.
Las desapariciones y muertes deben servir para el advenimiento del México de justicia y honestidad, para la aparición de políticos morales, limpios, comprometidos sólo con el bien común de la persona.
Se necesita la conversión de los militantes, cuadros, elegidos para puestos públicos de los institutos socio políticos. No basta con seleccionar bien a sus candidatos para las elecciones.
Deben dejar la seducción mentirosa, dominar las bajas pasiones del poder para mandar y aplastar, del deseo de enriquecerse sin medida, de las pasiones depravadas de la carne. Deben mostrar una pasión inmensa por el bien común, la justicia, el derecho, estar dispuestos a entregarlo todo por los pobres.
Deben ser apasionados de la justicia.
Una ayuda poderosa es la fe cristiana, que te permite asociar tus sufrimientos a los del Hijo de Dios para redimir al mundo de la maldad y preparar el advenimiento del mundo nuevo, sin pecado, de justicia, respeto a la ley, libertad, vida plena para los pobres.
Se necesitan hombres que luchen denodadamente contra el mal, en los estratos del poder político y económico.
El enemigo número uno de todos los mexicanos es el mal, pecado, corrupción, cohecho…. Es lo que debe vencer el presidente, todos los hombres públicos y el pueblo. Hay que desarraigarlo de instituciones y estructuras en todos los niveles, no arroparlo, no defenderlo con mentiras y engaños.
Hay que luchar a brazo partido, sin tregua y sin reserva por la justicia y el derecho, la verdad, la igualdad social.
Hay que buscarlo con escáner en los partidos políticos. No sólo examinar a los candidatos sino revisar las políticas inmorales y formar militantes nuevos y cuadros con sentido del bien y del mal.