Poder y dinero
El mensaje fue claro: – ¡No!, ya te dije que no, ¿no entiendes?
¡Claro que no entendía!, los mensajes para mí eran confusos, un día me decía que no quería tener sexo conmigo, al día siguiente me besaba en la boca y me decía: – Que guapo estás.
Por eso no entendía y porque no quería entender: Julieta se había metido en mi cabeza, en mi piel, en mi memoria y de alguna manera en mi corazón, lo que por un lado daba sentido a mi día y por el otro me creaba desazón,… pero no quería perderla.
Esto no es sano, Julieta, hay que detenerlo, si fuéramos pareja ya estaría harto y tendríamos pleito; en lugar de aprender vivir estás aprendiendo a manipular, a jugar juegos destructivos que frustran y generan incomodidad y como consecuencia coraje. No te estoy ayudando, no me dejas. Para reconstruir nuestra vida tenemos que “que quemar las naves”, tenemos que dejar atrás nuestra programación, nuestro concepto de bueno y malo fundamentado en deberes ser alejados de nuestra humana naturaleza; recuperarnos, volver al principio, a nuestra esencia a ser lo que éramos de niños.
El trato de mi parte, había sido preciso: – Déjate conducir, Julieta, para enseñarte lo que sé y así aprendas a vivir; la mayoría de la gente se queda en la medianía, en la mediocridad por vivir atada a sus paradigmas, muchos de ellos erróneos y aprendidos desde la niñez, cuando no tenemos defensa para decir ¡No! o para cuestionar.
– ¿Y si me enamoro?, preguntó ella. – No te preocupes, contesté, yo te cuido, el diplomado de aprender a vivir dura aproximadamente un año; después de eso estarás en capacidad de vivir en plenitud tu vida y de alcanzar la felicidad al tiempo que ayudas a los que amas a crecer, para que, al igual que tu, puedan vivir sin programaciones que les alejan de su yo natural. Después de ese tiempo lo que quedará de nosotros será el recuerdo y de alguna manera el cariño de dos personas que compartieron tiempo y vida para nutrirse mutuamente. En otras palabras, Julieta, mientras aprendes a vivir viviendo yo te voy a cuidar de ti, del proceso y de mí. Además, el proceso tendrá un seguro; en el momento que quieras detener las cosas o simplemente no hacer algo en lo que no estás convencida, con un simple ¡No! me detengo, tú tendrás el control siempre.
Ella sonrió, me abrazó y me dio un beso entrelazando su lengua con la mía y en donde sus labios y nuestros cuerpos se convertían en uno, beso, que por venir de ella, estaba lleno de ella misma, de su persona; en ese beso venía su aceptación, su emoción, su esencia de mujer, sus sentimientos, sus sensaciones y su confianza. El proceso inició… Nada más no previne una cosa; ¿y si el que se enamoraba era yo?
La premisa central del diplomado era sencilla y al mismo tiempo compleja; No se puede vivir bien, si no se vive en libertad y sin miedos. Sencilla porque no hay dificultad en comprenderla, pero compleja porque no estamos programados para vivir en libertad, la libertad nos asusta, nos hace sentir malas personas por ser lo que somos, seres sexuales con emociones, sensaciones, pasiones, piel y corazón; corazón que nos permite dirigir todo ello dentro un entorno de ternura que nos enriquece y nos aleja del egoísmo, lo que nos permite pensar en el otro o en la otra antes que en uno mismo y se convierte en la semilla para poder amar. No es posible amar si no nos amamos y para amarnos debemos de estar satisfechos con lo que vivimos, con lo que somos, para lo que debemos vivir en libertad y sin miedos, pero tampoco es posible amar si no aprendemos a darnos, a compartir, a pensar en los demás a partir de premisas de respeto y libertad, no de contratos de pertenencia o posesión, por eso hoy nuestra sociedad no funciona, porque los individuos nos movemos en un entorno antinatural de pertenencia y de control que nos aleja de ese entorno ideal y sin miedos, necesario para crecer durante este tiempo que llamamos vida.
Por eso es importante el día del amor, porque nos permite recordar que dentro de nuestra humanidad, nuestra esencia es amar, no controlar ni poseer… Por eso llevo a Julieta en mi memoria y en la piel, porque ella me recuerda que estamos hechos para amar, con amor humano… ¡Así de sencillo!