Itinerario político
Jesús Arriaga, mejor conocido como “Chucho el Roto”, fue un célebre bandido de la época del porfiriato, hábil para disfrazarse, con una memoria fotográfica, capaz de hacer voces distintas, dotado de astucia e inteligencia. Se cuenta que entre sus víctimas estuvo el propio presidente de la República Porfirio Díaz, a quien durante un baile en Palacio sustrajo un reloj de cadena, de aquellos conocidos como “mollejas”.
Jesús Arriaga, oriundo de Chihuatempan, Tlaxcala, emigró a la ciudad de México, de oficio carpintero entró a reparar una silla a la mansión de Diego de Frizac, enamorándose de la sobrina de este personaje, Matilde de Frizac, con quien procreo a una hija, Dolores. Don Diego movió sus influencias y mandó a prisión a Jesús.
“Chucho el Roto” fue a parar a la cárcel de Belén y después trasladado a una prisión, de la que se suponía que era imposible escapar, el castillo de San Juan de Ulúa, una isla frente al puerto de Veracrúz que había servido de fortaleza española hasta 1825. En el año de 1885, se fugó acomodándose en uno de los barriles que acumulaban los desechos humanos, con el que logró flotar en el mar y cumplir con su cometido. Se convirtió en un personaje popular por su fuga y porque a partir de entonces se dedicó a despojar a los ricos y a repartir el producto de su actividad delictiva entre los pobres.Arriaga fue recapturado nueve años más tarde, pero su recuerdo se hizo leyenda.
Joel David Kaplan, un estadounidense -sobrino de J. M. Kaplan, presidente del Fondo de Inversiones del mismo nombre con sede en Nueva York- y condenado a 28 años de prisión por el homicidio de José Luis Vidal, su socio en el negocio de contrabando de armas. Se afirmaba que la prisión de Santa Martha Acatitla en la ciudad de México, con sus muros de más de 10 metros de altura hacía imposible cualquier fuga. El 18 de agosto de 1971, Kaplan, quien tenía vínculos con la Agencia Central de Inteligencia (CIA), sorprendió a los guardias al fugarse a bordo de un helicóptero que descendió en uno de los patios de la prisión y lanzó una escalera por la que treparon Kaplan y su compañero de celda, el venezolano Carlos Contreras Castro, éste último escribió el libro La Fuga del Siglo.
En principio los vigilantes pensaron que se trataba de la visita sorpresiva de algún funcionario del gobierno federal, los únicos que en ese entonces acostumbraban descender en la prisión de esa manera, por lo que no hicieron absolutamente nada para impedir la fuga que se consumó en tan solo 10 segundos.
Alberto Sicilia Falcón, uno de los primeros narcotraficantes famosos, cubano de nacimiento, a raíz de la Revolución emigro a Miami. El periodista norteamericano James Mills lo describió: “Sicilia era parte del mundo de las mansiones fortificadas, los carros caros, los botes acuáticos de carreras, el champagne Dom Pérignon, los puros Montecristo y la cocaína por kilo. Sus fiesta lo mismo en yates, salones de hotel o casa privadas en tres continentes, divirtieron a líderes políticos, industriales, estrellas de cine, criminales internacionales y jefes de inteligencia. Sus sobornos y regalos incluían carros deportivos italianos, joyas y pagos de millones de dólares… Su dinero rondó secretamente alrededor del mundo en bancos de media docena de países, Rusia incluida. Su influencia alcanzó los servicios de inteligencia de varios países, entre ellos, México, Cuba y seguramente Estados Unidos.”
Sicilia Falcón cayó preso por tráfico de cocaína, era amigo de personajes de la farándula como Irma Serrano “La Tigresa”, cuando lo detuvieron se identificó con una credencial de Agente especial de Gobernación. Logró escapar de la cárcel de Lecumberri en abril de 1976 por medio de un túnel de 40 metros de largo que iba a dar a una casa ubicada en la parte posterior del penal. Sicilia fue recapturado al año siguiente.
Alfredo Ríos Galeana fue un policía que se convirtió en delincuente, primer comandante de radiopatrullas en el Estado de México, durante el gobierno de Carlos Hank González; en la década de los setenta del siglo XX inició su carrera como asaltabancos, llegando a consumar más de 100 atracos. Tres veces cayó a prisión y tres veces se evadió; paralelamente a su actuar delictivo se presentaba en centros nocturnos de la capital del país, vestido de charro, cantando con mariachi, usaba máscara en sus presentaciones; se hacía llamar “El Charro del Misterio”, publicitándose incluso en los diarios vespertinos conocidos como “Extras”; grabó discos y obtuvo cierta fama en esa faceta.
Ríos Galeana fue aprehendido en 1983 y recluido en Pachuca, se fugó del penal de la prisión estatal de Hidalgo; fue recapturado en 1984 y llevado a Santa Martha Acatitla de donde se volvió a fugar; en 1985 volvió a ser capturado para escapar poco después, durante una audiencia en el Juzgado del Reclusorio Preventivo Sur de la ciudad de México. Anduvo prófugo hasta 2005 cuando al intentar cambiar su licencia de manejo en Los Ángeles, California, fue reconocido después de que no quiso colocar su huella digital completa en la tarjeta de registro.
Ríos Galeana se había hecho la cirugía plástica tres veces, pero fue reconocido por la huella digital, siendo deportado a México. El ex asaltante se dedicaba en Los Ángeles al mantenimiento de pisos y se había convertido en evangélico. A su llegada a nuestro país fue remitido al penal de Almoloya.