El voto de Dios y la virgen
La vida me ha enseñado algo, la mayoría de los problemas conyugales y de pareja los inventamos y nada tienen que ver con el amor; me explico:
Haciendo un recuento de mis experiencias de vida dentro de la pareja, me percaté que los temas, asuntos, cuestiones o eventos que generaron conflicto, fueron irracionales y sin sustento; por ejemplo: Hace años viví con una yucateca, muy linda y pechugona, que tenía un hermano adolescente que le daba por robarse las cosas para comprar lo que quería, cosa que yo no le criticaba porque el fondo del asunto era que sus papás, o séase mis exsuegros, no lo dejaban trabajar para ganarse unos centavos y así comprarse un guante de beisbol que quería, como otras chucherías que deseaba. El punto es que el cuñao, pues tomo el camino fácil de birlarle los centavos a sus padres y hermanos y estaba emproblemado. Pues resulta que cosas de la vida, un día que mi mujer y yo íbamos a asistir a una fiesta, ella, sin consultarme aceptó hacerse cargo de su hermanito, que se quedaría con el Santiago, mi hijo, en lo que nos íbamos de bailongo. Al llegar a casa, me enteré de que el hermano estaba y le dije, no vamos a la fiesta; -Tú sabes la situación que vive tu hermanito y no voy a tomar el riesgo de que “tome prestado” algo y tengamos un super problema familiar por ello; no me molesta que lo cuidemos y se quede con nosotros, pero no tiene mi confianza para quedarse solo (mi hijo tenía 9 años). La respuesta de mi mujer fue desproporcionada, entre llantos y gritos me dijo que a su hermano yo no le iba a decir ladrón y se armó un pleitazo del que todavía me queda como recuerdo un chichón.
Cuando recuerdo este penoso evento, lo que viene a mi mente es que nunca tuve la intención de ofender al cuñadito, cuando infería que no era de confianza, era simplemente porque no era de confianza y cuando lo expresé, no fue para ofender a mi pareja, fue para sustentar: el por qué, al aceptar ella quedarse con su hermanito (lo que no me molestó), ya no podíamos ir a la fiesta.
Decía que, en mi opinión, la mayoría de los pleitos de pareja nos los inventamos y que eso es el resultado de una estupidez cultural, la de creer que al ser pareja, tenemos el derecho de incidir o decidir sobre los pensamientos y acciones de quién, simplemente, decidió compartir con nosotros su vida. Y me voy directo al tema preferido de las parejas melodramáticas y telenoveleras: el de la infidelidad. Antes una reflexión; no conozco a nadie que al decidir compartir su vida con otro, sea en unión libre, como amantes o a través del sacrosanto matrimonio, lo haga para joder al cónyuge o pareja. Cuando unimos nuestra vida o proyecto de vida a otra persona, todos y todas, como diría Chente, lo hacemos para vivir mejor, con la expectativa de que esa unión va a enriquecer nuestras vidas. Dicho esto, sigo con el trillado tema de la infidelidad; históricamente, la mayoría de los hombres han tendido a la promiscuidad, es decir, como tales nos atraen las mujeres e instintivamente las deseamos a casi todas, hoy como parte de la modernidad y las nuevas culturas, muchas mujeres también viven de forma promiscua ¡En fin!, la primera pregunta que me hago es: ¿por qué las personas tendemos instintivamente a la promiscuidad?, fíjense que no digo infidelidad, en mi opinión, porque nuestro instinto y manera de ser nos impele a vivir nuestra sexualidad sin las restricciones culturales y religiosas que nos imponen, segundo, por el gusto y la curiosidad de tener nuevas experiencias de vida y tercero, por autoestima, por el deseo de sentirnos atractivos, deseados y/o vivos.
¡Pues bien!, a partir de esta teoría o punto de vista, pues resulta que quien vive una aventura amorosa, sea hombre o mujer, no lo hace por joder a la contraparte y muy seguramente, en tanto vive el romance prohibido, tampoco está pensando en la pareja, por lo que pregunto: ¿Por qué nos ofendemos o molestamos por lo que libremente nuestra pareja quiere hacer con su cuerpo cuando no estamos con ella?, y peor aún, ¿de dónde sacamos que tenemos el derecho de controlar o prohibir lo que nuestra pareja quiere hacer con su mente y con su cuerpo? Digo, porque, si amamos a nuestra pareja, ¿por qué nos molestamos el que sea como es, o de que haga lo que quiere hacer?, es pregunta. De ahí es que concluyo: 1.- Que las personas no hacen las cosas para molestar a su pareja, las hacen porque quieren hacerlas y eso no da motivo a enojarnos, no somos sus dueños, y 2.- La mayoría de los problemas de pareja, nos los construimos solos y sufrimos por tontitos… ¡Así de sencillo!
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador