Política al margen
Cuando estas líneas aparezcan publicadas, ya estará en curso el XIII Encuentro Nacional de Teatro que organiza el Movimiento Antorchista en la ciudad de San Luis Potosí. Curioso caso éste el de una agrupación política que organiza tozuda y permanentemente una gran variedad de concursos, encuentros, eventos en los que se practican las Bellas Artes porque piensa que es su obligación ineludible, no sólo ir prometiendo y enseñando a ambicionar, a soñar con un nuevo mundo, sino ir haciendo confiar en que se puede, en que la vida digna por la que lucha está al alcance de un pueblo educado y organizado. Pasamos por tiempos aciagos para el arte ¿Sólo para el arte? ¿Al talento, a la inteligencia, al genio les va mejor? La sobrevivencia y reproducción constante de un mundo dividido entre los que crean la riqueza y los que se la llevan, exige el predomino de la superficialidad, la vulgaridad, la chabacanería. ¡Abajo la inteligencia! ¡Viva la muerte! Son las consignas de batalla de la época en que nos tocó vivir. Es, por tanto, subversivo, acudir a la Poesía, a Calíope, Musa desterrada de la televisión, del radio, de la poderosa industria del entretenimiento, recurrir a la Elocuencia, convocar al Teatro (y a los teatreros) que es peligroso recurso educativo cuya acta de nacimiento la extendió el propio pueblo en fiestas paganas –de las aldeas- en las que retrataba y se retrataba para hacerse consciente de su realidad. Ese peregrino contingente de insumisos que somos nosotros los antorchistas sigue insistiendo en colaborar a levantar al teatro, a sacarlo de la grosería, los albures o, si bien le va, de los lugares comunes en que está sumido y mostrarlo en toda la grandeza de los dramaturgos inmensos para disfrute del pueblo, para su elevación espiritual. El teatro es magia, contagia, enseña, hace vivir; no por otra cosa quiso Don Miguel de Cervantes que su héroe, impactado por una historia de injusticia, arremetiera enfurecido contra unos títeres y destrozara el escenario; no por otra cosa quiso Shakespeare que la estratagema de Hamlet para acabar con el disimulo y hacer brotar la pus del alma de su tío fuera, precisamente, una representación teatral. No por otra cosa, en nuestros calamitosos tiempos, es mucho más fácil abrir y sostener un casino que una sala de teatro. Eso logra el teatro con los espectadores. ¿Y con los directores, actores y, en general con toda la comparsa? Esos, también, después de una representación teatral, ya nunca serán los mismos. El teatro obliga a sentir para representar, exige actuar para impactar, el uso del cuerpo y de la voz, el teatro, como la vida del hombre, es tarea colectiva y es, por tanto, lección de vida, es constancia, es trabajo, es comprensión, es memoria, el teatro es consternar, es arrancar la risa que no procede de leve causa, conseguir la indignación, las lágrimas. Quien hace teatro se educa, se organiza, se transforma. Sabiendo todo eso, algunos de mis compañeros de Michoacán pasaron varios meses entregados a la tarea de prepararse para educar y educarse con el teatro, contaron los días hasta llegar a San Luis Potosí, al imponente Teatro de la Paz y allá están. Su trabajo ha hecho posible que en el Encuentro Antorchista de Teatro hagan acto de presencia “Un pequeño día de ira” de Emilio Carballido (actuada por sencillas amas de casa, vendedores ambulantes y maestros), cruda representación de la realidad y el rumbo que lleva nuestra patria empobrecida e injusta, ambas preparadas con abnegación y talento por la Maestra Alejandra Izquierdo Fuentes; y esté presente también uno de los grandes genios de la humanidad, William Shakespeare, con su famosísima denuncia “Hamlet”, quien, como el héroe de La Mancha, apareció loco para entrar en escena y en la historia; ésta última, trabajada arduamente por estudiantes de la Casa del Estudiante “Espartaco”, dirigidos por la sensibilidad y tino del Maestro Javier Cervantes Monge. ¿El público? El que quiera llegar, la entrada es gratuita y las funciones duran todo el día, van colonos, campesinos, vendedores, amas de casa, jóvenes marginados del estudio y del trabajo, todos, unos más, otros menos, influidos por el Movimiento Antorchista para que sientan por el teatro y los que lo llevan a escena, el mismo respeto, la misma reverencia profunda que nos quisieron heredar dos grandes genios de la humanidad. “Andad con Dios, buena gente, y haced vuestra fiesta, y mirad si mandáis algo en que pueda seros de provecho, que lo haré con buen ánimo y buen talante”, les dijo El Quijote a los recitantes de la compañía de Angulo el Malo a quienes se topó en un camino cuando iban vestidos de muerte, de diablo y de otros extraños personajes que eran bastantes para espantar a cualquiera, cuanto más a alguien rematado de su juicio. “Es menester hacer que estos cómicos se establezcan ¿lo entiendes? y agasajarlos bien –le dijo Hamlet a Polonio, refiriéndose a los actores que lo visitaban- ellos son el epítome histórico de los siglos y más te valdría tener después de muerto un mal epitafio, que una mala reputación entre ellos mientras vivas”.Termino: hace ya dos años que murió uno de los creadores de estos encuentros pero, ésta vez, como el año pasado, como siempre, el esclarecido teatrero, estará con nosotros, en medio del foro estará riendo a carcajadas, Víctor Puebla.