Detrás de toda fortuna siempre hay un burro muerto y una  gallina que come huevo, aunque le quemen el pico

En los años de las dictaduras, la filosofía de vida en el Cono Sur era la hipocresía.

Muchos revolucionarios vivían una doble vida. A la luz del día eran ciudadanos comunes, decentes, cumplidores de la ley. Por las noches se convertían en guerrilleros que luchaban por la libertad del pueblo. Obviamente tenían que actuar con hipocresía.

En aquellos años, en México, y desde entonces, la filosofía de vida era y sigue siendo la corrupción.

Pareciera que todo estuviera corrompido. Tanto, que a alguien se le ocurrió aquella lapidaria frase: “La corrupción somos todos”.

En México, quien no transa no avanza.

Son malas las generalizaciones, pero en la vida de los mexicanos se impone esa práctica deleznable de ascenso económico y social.

Es validísima acá la frase aquella de Gabriel García Márquez: Detrás de toda fortuna siempre hay un burro muerto.

(Luego les cuento el cuento completo.)

Y cuántos escándalos ha habido, tanto en el sector público como en el privado. El más reciente es un presunto fraude en Banamex, la joya de la corona de Citigroup; un fraude denunciado por la propia matriz del banco, otrora mexicano.

Espero que el retiro de Manuel Medina Mora de la dirección de esa institución no haya sido por un involucramiento en ese movimiento fraudulento.

Y tantos en el sector público.

Pemex es una de las empresas, ahora casi privatizada, que han corrido con fama de corruptas. Los sindicatos de maestros y de petroleros, igualmente. La dirigente que parecía eterna del magisterio, la chiapaneca Elba Esther Gordillo, está en la cárcel acusada de corrupta.

Era y es tanta la corrupción que se cuenta un cuento de un inversionista chino que vino en tiempos idos a tratar de poner un gran negocio en territorio mexicano.

Sufrió tanto el oriental; tanta tramitología, tantas transas, que nadie podía o quería darle las autorizaciones para abrir su empresa, hasta que pidió una cita con el presidente.

Señor presidente, abrió la conversación el chino. Estoy cansado de tanta corrupción en México, de tantos trámites inútiles. Pero yo le doy a usted 500 mil pesos para que me ayude de una vez por todas. Y no se lo digo a nadie.

Y aquel presidente le contestó: que sea un millón y puedes decírselo a quien quieras…

Muy pocos mexicanos, principalmente infinidad de miembros de la clase política, toleran hablar de la corrupción. Es como hablar de cuerdas en casa del ahorcado.

Pero ahora, por enésima vez, un presidente asegura que va a luchar contra la corrupción y ya mandó su iniciativa al Senado. El Senado ya aprobó que la PGR cambie de nombre a Fiscalía General de la República, institución autónoma del Ejecutivo, que abrigaría a una sub fiscalía contra la corrupción.

Pero no ha pasado nada. Está pendiente también la creación de la Comisión Nacional contra la Corrupción prometida por el propio Peña Nieto desde que protestó como presidente.

Ahora, el tema resucita muy débilmente, tan débilmente que nadie lo cree. El PAN, encabezado por su presidente, Ricardo Anaya, propone un “Sistema Nacional Anticorrupción”. Y el líder de la mayoría en la Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones, acepta el reto.

En la Junta de Coordinación Política de la cámara acordaron todas las fracciones parlamentarias crear una mesa de trabajo para estudiar la propuesta panista y empatarla con la iniciativa presidencial.

Pero los esfuerzos son increíbles. O sea que nadie se la cree. Todos, de alguna u otra manera, tienen cola que les pisen. Y le aseguro que no va a pasar nada. Que, a pesar de mesas de trabajo, de fiscalías, de comisiones, la filosofía del mexicano continuará, y es muy lamentable decirlo en público, con aquello de que el que no transa no avanza.

¿Será? Es increíble, pero es cierto. Dicen en mi terruño que gallina que come huevo, aunque le quemen el pico.