El domingo 18 está ya a la vuelta de tres soles y lunas. Ese día será la elección interna del PAN para nombrar presidente del Comité Ejecutivo Nacional.

Puede ganar Gustavo Madero su reelección. Pero también puede ganar Felipe Calderón… Digo, Ernesto Cordero.

Hasta este miércoles aún no había nada escrito. La moneda albiceleste estaba en el aire.

No tienen la verdad quienes dicen que la elección en el PAN está pactada con el gobierno del PRI; concretamente con Enrique Peña Nieto, quien habría puesto todo para que fuese ratificado Gustavo Madero, porque éste le funcionó a la perfección en el Pacto por México y en el apoyo a la aprobación del rosario de reformas iniciadas por el mexiquense, a pesar de que el partido ahora en el gobierno le negó los cambios constitucionales estructurales a los gobiernos panistas.

Pero por muy colaboracionista que fuesen el chihuahuense y su equipo, se equivocan quienes olvidan que en el partido fundado por don Manuel Gómez Morín operan formas democráticas que no conocen ni priístas ni perredistas. En honor a la verdad, la democracia electoral o electorera no tiene nada que ver con ninguna ideología política.

En el PAN se está jugando no el liderazgo de Felipe Calderón, quien está poniendo todo, le está apostando con todo a adueñarse de la estructura de su partido. Lo que está ocurriendo en el partido acusado de conservador – y sí lo es – es más que Felipe, más que Cordero, más que Madero, más que Peña Nieto, más que las reformas, más que el ya fenecido Pacto por México.

En el PAN se juega la identidad de un partido, fundado por preclaros personajes del mundo intelectual de aquellos Siete Sabios, entre quienes participaban hombres de todos los signos ideológicos y políticos, fundado para ser oposición a los gobiernos de la revolución mexicana, encabezados por el general Lázaro Cárdenas del Río.

Pero como la revolución mexicana ya fue puesta por los priistas en el basurero de la historia, los panistas se juegan su identidad de paladines de la libertad de mercado ante un partido oficial que, al no tener ya principios revolucionarios, ni agenda ideológica, se refugió en el liberalismo económico al estilo del Consenso de Washingtón, al estilo de los muchachos del ITAM (digo, al estilo de Chicago).

El domingo 18 pues está en veremos. En esta larga campaña interna panista ha habido muchos acomodos de los liderazgos panistas. Tanta fuerza lleva Madero como Cordero. Y es la primera vez en la historia de esa formación política que el jefe máximo será elegido en las urnas, a las que podrán acudir a votar los militantes del partido, en el número que sean. Y podría haber sorpresas. Podría ganar Cordero y con Cordero Felipe Calderón. Y podría repetir Madero, con lo que en Los Pinos habría tranquilidad, ya que con Cordero los estrategas del presidente Peña Nieto tendrían que renegociar todo.

Y es muy importante la elección de este domingo al interior del PAN, porque este partido es un factor importante en la vida política, económica y cultural de los mexicanos. Es la defensa de la propiedad privada, es la defensa de la empresa privada, es la defensa del capital como elemento para crear empleos. Es la garantía de los mexicanos que le tienen pavor a las propuestas de izquierda, aunque las fronteras de la izquierda mexicana partidista se confunden con el PRI y con el PAN.

Pero sea Cordero o Madero, quien quede en el Comité Ejecutivo Nacional tendrá que restañar las heridas de esta campaña, una campaña grosera, insultativa, acusatoria, condenatoria, llena de falsos testimonios, desde las dos partes.

Y sobre todo, reedificar el edificio ideológico; inclusive modernizarlo rescatando los principios sociales de los fundadores, como la solidaridad y el bien común, de los cuales ya nadie habla al interior del PAN.