El voto de Dios y la virgen
Los focos de alerta para la economía mexicana se encuentran encendidos. El tobogán en el que se encuentra cayendo la economía nacional parece no tener fin. De acuerdo a datos del propio gobierno, mientras que en enero de este año se pronosticaba un crecimiento para 2013 de la economía del 3.8 por ciento; en mayo el pronóstico descendió a 3.1 por ciento; en agosto cayó a 1.8 por ciento y; recién en septiembre volvió a bajar a 1.7 por ciento. No obstante, analistas nacionales e internacionales concuerdan que el crecimiento de la economía mexicana no alcanzará ni un punto porcentual durante 2013.
Sin embargo, a este contexto adverso que envuelve a la economía nacional no se le han sumado factores que puedan considerarse positivos o elementos que indiquen que el desplome económico está cerca de su fin. Por el contrario, a él se han sumado factores como la reforma hacendaria propuesta por el gobierno federal que más allá de ser una reforma que detone el crecimiento económico, es una reforma que se caracteriza por tener un perfil recesivo-populista.
Si a lo anterior sumamos un factor que se está cocinando fuera de nuestras fronteras y que de concretarse tendrá impactos catastróficos en la economía mexicana, los focos de alerta deberían estar ya en rojo incandescente.
Concretamente nos referimos a lo que está sucediendo en los Estados Unidos. El pasado lunes el gobierno de ese país se vio obligado a cerrar parcialmente sus actividades ante la imposibilidad de construir acuerdos al interior de su Congreso en materia de presupuesto. Esto quiere decir que, por primera vez en 17 años, el gobierno estadounidense se quedará sin dinero para financiar la operación básica de su gobierno: burocracia, servicios de salud, transporte, seguridad, educación, entre otros. La principal manifestación de lo anterior es que a partir del lunes pasado, 800 mil trabajadores públicos fueron obligados a dejar de ir a trabajar a las oficinas públicas ya que no hay recursos para pagar sus respectivos salarios.
No obstante lo anterior, un problema todavía mayor, y con serias repercusiones para la economía mexicana, enfrentará nuestro país vecino en los próximos días. En caso de que el desacuerdo entre las fuerzas políticas del Congreso estadounidense permanezca para el 17 de octubre próximo, los Estados Unidos, por primera vez en su historia, tendrá que declararse en moratoria de pagos. Si los congresistas estadounidenses no se ponen de acuerdo en elevar el techo de la deuda pública norteamericana a un nivel que permita contar con recursos suficientes para que el gobierno de ese país pueda operar de manera normal y para que enfrente de manera oportuna el pago de sus obligaciones, la economía estadounidense se desplomará en cuestión de días y, desafortunadamente, la ya mermada economía mexicana resentiría directamente dicho impacto.
Por lo tanto, ante la incapacidad del actual gobierno mexicano de convertirse en un motor eficiente que impulse la economía nacional, el único motor que en la actualidad está evitando que la economía mexicana no pase de un crecimiento mediocre a un decrecimiento económico es el de la exportación de manufactura, que principalmente es hacia los Estados Unidos.
Así las cosas, es urgente dar la alerta de lo que muy probablemente puede suceder. Más vale estar preparados porque se está convirtiendo en costumbre que los huracanes nos tomen por sorpresa a los mexicanos, y en este caso un huracán económico está a la vista.