Política gourmet
Hay secretos que son tan ruidosos que se cuentan en todas partes. Las y los desaparecidos se calculan por miles. No hay cifras exactas como tampoco las hay para contar a las otras víctimas, las viudas, los huérfanos, los familiares de los ausentes.
La crisis de las fosas clandestinas descubiertas dolorosamente un día sí y el otro también en los golpeados estados de Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Durango, Chihuahua, etc., etc.pusieron al descubierto la falta de control y de rumbo de un país que por momentos pareciera que se nos va de las manos.
En julio de 2014 el Consejo Nacional de Seguridad Pública informó que había un registro de 22 mil 300personas desaparecidas, en octubre de ese mismo año actualizó la información hasta llegar a cerca de 24 mil es decir que cada día en promedio desaparecieron en México 14 personas, en una cifra que ha ocasionado la reacción inmediata de organismos nacionales e internacionales defensores de los derechos humanos.
Ciertamente, se trata de un fenómeno nacional, pero los estados con cifras más elevadas de desaparecidos son Tamaulipas, Coahuila, Jalisco, Estado de México, Durango, Veracruz, Guerrero y Michoacán.
Si las ausencias son dolorosas, en el caso de la desaparición de las mujeres el drama se multiplica. El Consejo Nacional reconoce que son más del 30 por ciento de los desaparecidos son mujeres, se trata en la mayoría de los casos de jóvenes en edades de entre 15 y 29 años.
En Michoacán se sabe de las ausencias porque en muchas comunidades las mujeres están perdiendo el miedo a contar. Están aprendiendo a dialogar entre iguales, son ellas las que indagan, son ellas las que denuncian en vano, son ellas casi siempre ellas las que solidariamente acompañan a las víctimas en su peregrinar interminable en la búsqueda de al menos una pista.
Es tremendamente doloroso observar a las víctimas de la violencia. Las mujeres que tienen a sus hijos ausentes parecen como muertas en vida, mantienen la mirada extraviada, no se acostumbran a oír porque los sonidos y las palabras suenan huecas. En realidad solo escuchan sus propios sollozos y se mantienen alertas en la dura tarea de seleccionar los recuerdos, los recuerdos de las y los hijos ausentes.
Para los del poder, se trata solamente de cifras. No existe un protocolo de búsqueda que permita hacer eficiente la localización de las personas desaparecidas; no han sido siquiera capaces de integrar una base de datos que permita a través de pruebas genéticas la localización e identificación de las víctimas. Una vez más la esperanza sólo se encuentra en el pueblo mismo y a él hay que apelar en primer lugar.