Libros de ayer y hoy
En los actos públicos de gobierno, el lenguaje es triunfalista, los proyectos, las acciones son perfectas y hacen del país o la ciudad algo fantástico, donde todo es progreso, orden, bienestar para la gente. Es reincidente el optimismo exagerado de Leibtniz, que cita Víctor Hugo en su Cándido: “Todo está para lo mejor en el más hermoso de los mundos”.
La retórica no admite el menor defecto, la más leve sombra de error, la más insignificante falla humana. Es hábil para pasar por alto todo lo que hacen mal o dejan de hacer. A ojos vistos, sus afirmaciones contrastan con la realidad dura y con la condición del hombre falible y lleno de defectos y de sus obras esencialmente limitadas.
Es curioso el concepto subyacente de hombre de los discursos en cuestión: superhombre, semidios, que sólo produce lo perfecto, muy por encima de los vicios y obras imperfectas, de las verdaderas malhechuras que encontramos tantas veces en los trabajos oficiales.
La afirmación vale para las leyes secundarias y reformas que dejan las puertas abiertas para que extranjeros vengan a hacer negocio con nuestros recursos naturales y dejen al pueblo en la misma situación de pobreza.
La realidad es que el político es un ser humano, limitado, mortal, dividido en su ser interior, inclinado a hacer el mal, capaz de ser malvado, caprichoso.
La realidad del Estado de Michoacán es miserable, vive una de las peores crisis de su historia, con un retraso socioeconómico notable con relación a vecinos como Colima, Jalisco, Guanajuato, Querétaro.
La realidad del país es de retraso, en recesión, con problemas de productividad, con enorme crisis en educación, salud, con el campo abandonado, ocioso.
El lenguaje de los discursos se dispara y se aleja de la realidad. Parece otra especie de seres los que hablan, una raza de seres fantásticos, diferentes de todos los que vinieron antes.
Todo lo que hacen es grandioso, admirable, digno de aplauso.
Muestren el signo de los tiempos hipermodernos, los que siguieron a la pos posmodernidad en el análisis de Polivetsky, la tendencia a lo espectacular.
Los gobernantes sólo creen producir lo espectacular y gustan de convertirse en espectáculo.
Lo espectacular busca el aplauso, la admiración, la adulación como a los grandes hombres.
¿Cómo le harán estos hombres para producir tantos prodigios, como ellos dicen, con la miserable realidad que tenemos, son magos que transforman todo. Aquí conviene precisar: o tienen poderes divinos y crean mundos nuevos o son magos ilusionistas y crean ilusiones, sólo eso.
Un ejemplo, en las leyes secundarias, los legisladores crean órganos para atajar la eventual corrupción, todo lo tienen previsto, sus obras no pueden fallar, lo mismo dijeron en tiempos pasados.
Viendo sus obras y su discurso la gente se queda pensando en la personalidad de sus líderes y en su calidad moral. Se preguntan: ¿Por qué se compartan así?
Desde luego, en la posmodernidad y en los tiempos hipermodernos, la tendencia es a borrar los valores universales, las estructuras que limitan la autonomía que busca la humanidad en su larga carrera individualista, como señala Polivetsky.
Uno se pregunta sobre la honestidad, la autenticidad de estos hombres y su grado de madurez, ¿Cómo se separan de la realidad, en una especie de esquizofrenia?
Tal vez es la realidad de privilegio que ellos viven en su mundillo de privilegios, lejos de la dura realidad de pobreza y atraso de las multitudes de pobres.
El ciudadano de pie, que no pierde su capacidad de pensar, se pregunta sobre la veracidad y coherencia de sus servidores públicos. Comenta que no buscan el bien que prometen en sus campañas sino que tienen segundas intenciones de aferrarse al poder con las enormes cargas de riqueza y privilegios que comporta.
Pero en las autopistas de la vida y de la historia hay una orientación y señalamientos confiables. El primero es Dios, ser inmutable, principio y fundamento de las cosas, como señala Ignacio de Loyola. Quienes poseen la riqueza de la fe de Cristo, sienten este apoyo en los cambios de vértigo de nuestros tiempos.
Otro señalamientos dimanan de la naturaleza humana, mientras el hombre sea hombre no cambiarán los valores universales, la ley natural, ciertas normas. Su desaparición es un eclipse temporal, reaparecerán con los vaivenes en forma pendular de la historia.
Necesitamos no dejarnos arrastrar por la ola gigante de los cambios que arrastran todo. No podemos perder piso para no dejarnos arrastrar sin rumbo.
No podemos perder de vista la meta final, el destino definitivo. Necesitamos una mirada alta y lejana, transhistórica y los pies sobre fundamentos inconmovibles. En la lluvia de incontables mensajes que pretenden marcar rumbo, necesitamos fundamentos firmes donde anclar los pies.
Así sabremos discernir la realidad en medio de las cortinas de humo y en las envolturas retóricas de los discursos oficiales.
Hay una Palabra sabia, verídica, honestas libre de intereses mezquinos que guía la marcha histórica, es la palabra del Maestro que viene del fondo de la historia y nos espera en el punto más alto de su realización definitiva.
Sabremos percibir la realidad en la retórica triunfalista y engañosa de los discursos oficiales. Mantendremos los pies en la realidad para construir el progreso en la verdad y la humildad de las realizaciones históricas y de las gestiones humanas.