Libros de ayer y hoy
Desde hace algunos meses, en parte por ciertas determinaciones del centro y en parte por decisiones de orden estatal y local, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no convence en Michoacán.
El escepticismo, la desazón y los resfríos en ese partido tienen orígenes remotos y recientes. Pero quizás pesan más los recientes, vinculados al desafortunado retorno de ese instituto político al ejercicio del poder (2012) y a su todavía más penoso y desafortunado desempeño en la administración pública del Estado, donde estafas y desfalcos de gobiernos anteriores, seguridad ciudadana, deuda pública, desequilibrios financieros, reactivación económica y creación de infraestructura fueron temas mal o pésimamente atendidos.
En relación al diagnóstico de ese tiempo nublado y a sus posibles salidas, se pensó que el problema era el pasado y que, ya con (pre)candidato de “unidad” a la gubernatura, llegarían tiempos mejores. No se ven. No acaban de cuajar. Pareciera que alguien juega al mito de Sísifo con el peor libreto.
Si alguien, en cualquier partido, apuesta a la derrota de manera consciente y consistente, la consideración ética más elemental reside en que abra sus cartas y lo informe. Pero si va a la derrota a “oscuras”, es decir, creyendo para sus adentros que a la vuelta de la esquina le espera el triunfo, es peor cosa, porque siempre que se parte de premisas equivocadas se llega a conclusiones equivocadas.
Todo esto, que son certezas de opinión pública, conduce a un ejercicio de prospectiva electoral hecho a bote pronto, sobre la posibilidad de que el PRI gane la gubernatura de Michoacán. Esto es, si el PRI y sus candidatos desean, en realidad de verdad, ganar el grueso de la representación política del Estado, tendrían que ceñir su actuación al siguiente:
DECÁLOGO
1.- Cualquier ejercicio de real y auténtica unidad, implica sumar a los contendientes que quedaron en el camino y a sus equipos de campaña, sean quienes fueren, para compactar el proyecto de que se trate.
2.- Si se quiere ganar algo, en un cotejo de proyectos donde nada será fácil, el mejor comienzo es aprender a leer fríamente la realidad.
3.- La imposición vertical de candidatos desde una sola expresión, con independencia de si son los mejor posicionados o no, lo que hace es acentuar las debilidades propias y despejarle el camino a opciones diferentes.
4.- Inhibir los desplantes de frivolidad y cursilería, dentro y fuera de los equipos de campaña, ayuda más que un Elefante jalando un pesado remolque en cuesta arriba.
5.- Negociaciones políticas fundadas en la soberbia y la petulancia, son la mejor toxina para alejar a los posibles aliados en una contienda electoral.
6.- Retomar la agenda que dejó inconclusa el Comisionado Castillo, consistente en obras apenas iniciadas o que quedaron a medias, sería algo estratégico y visionario.
7.- Las tres palabras clave para asegurar un triunfo afuera de una causa, son consolidar adentro la integración, la incorporación y la inclusión de los que no piensan como uno.
8.- La novedad que convence y seduce, en una campaña electoral, comienza en los rostros y continúa en la frescura y solidez de las propuestas. Lo otro es dinosaurismo.
9.- Cuando las cosas se hacen bien, el combustible del entusiasmo se vuelve contagioso y es el más poderoso aliado de causas que valen la pena. Si las cosas se hacen mal, el combustible termina por arruinar toda esperanza.
10.- El que va a ganar en una contienda, tiene que vencer sus propias debilidades antes de que estas pavimenten la senda de su propia derrota.