JIQUILPAN, Mich., 11 de diciembre de 2017.- Una tradición centenaria que inicia cada año, en la basílica de Guadalupe en la ciudad de México, el día nueve de diciembre con la bendición del fuego, que es traído desde ese lugar en relevos por jóvenes jiquilpenses, tiene su culminación esta noche con la procesión de los faroles que realizan los varones del municipio que por este día olvidan rencores e ideologías, filias y fobias y marchan en honor de la virgen de Guadalupe.

Cuentan Salvador y don Juan Pali, participantes cada uno de la carrera de la antorcha o bien en el caso de don Juan en la procesión, que una vez que arriban a la basílica de Guadalupe y se realiza la ceremonia de bendición del fuego, parte la caravana de jóvenes, quienes mediante relevos llegan a pernoctar a Maravatío.

De este lugar se trasladan a la ciudad de Morelia, donde atraviesan la Avenida Madero hasta la salida a Quiroga, donde continúan su recorrido en relevos hasta llegar a Zacapu; ahí nuevamente pernoctan, al día siguiente reinician el recorrido hasta el estadio 18 de Marzo en Jiquilpan, ahí se establece el fuego que alumbrará cada una de las antorchas y faroles que desfilaron este día.

Dice Chavo Pali, que para que todo esto se produzca, la organización tiene que estar “muy bien aceitadita, pues hay que dar de comer, cuidar a los relevistas y en general llevar las provisiones necesarias”, De tal manera que desde esta tarde ya se podían observar columnas de varones recorriendo las principales calles de la ciudad, para luego iniciar formalmente con el “el fuego bendito”, el recorrido hasta el santuario.

Don Juan Pali dice que durante todo el recorrido y contrario a otras celebraciones similares no se permiten bebidas alcohólicas, “una vez que han terminado su recorrido y que han llegado al santuario, muchos se esperan para las mañanitas a la virgen y ya cada quien es libre de tomar el rumbo que desee, pero el recorrido es totalmente sobrio”.

Así pudimos apreciar al presidente municipal y sus amigos formar parte de esta celebración, que como la mayoría en México, son la expresión de un sincretismo producto de la conquista.