Por amor a las comunidades vamos por continuidad de 4T: Nacho Campos
SAHUAYO, Mich., 13 de abril de 2015.- En Sahuayo no sólo se encuentra un comercio pujante que impulsa el desarrollo de la Ciénega de Chapala. Entre sus calles, oculto entre los comercios tradicionales, se puede hallar un potente desarrollo artístico y cultural que irrumpe donde menos se le espera, como un sueño persistente en el que se pierden las fronteras entre realidad y fantasía.
Uno de esos portales se encuentra atrapado entre los comercios que se ubican a espaldas de las oficinas del ayuntamiento; se trata de un pequeño expendio de café en el que el aromático -de excelente calidad, por cierto- termina siendo lo de menos.
En las limpias paredes del establecimiento se muestra una pequeña exposición con poco menos de 20 obras gráficas sorprendentes por su calidad, su calidez y sus historias fantásticas en las dos principales acepciones de la palabra. A golpe de vista, el observador afortunado sale de Sahuayo y se introduce en un mundo onírico lleno de símbolos, signos, texturas y colores en el que las cosas son otra cosa.
“En mis cuadros se combina la naturaleza y algo surreal. Trato de salirme de lo que las cosas ofrecen por sí mismas al espectador y de crear algo como una ilusión de lo que, en la realidad, ya está existiendo”, explica Estefanía Arceo Muratalla, la joven narradora del subconsciente.
A pesar de sus evidentes facultades para la pintura, Estefanía en realidad no se define como pintora porque “no tengo ni la paleta ni las bases que un pintor debe tener”, considera, aunque los trazos firmes y sólidos de sus trabajos muestran gran confianza y un respetable dominio del dibujo, particularmente del rostro humano.
“Para mí, las flores son una obsesión, mi papá era ingeniero agrónomo y su fascinación eran las flores. Era un hippie en realidad”, dice muy en serio pero riendo complacida por la herencia paterna. Y es que en la obra de Estefanía su influencia está presente: todos están llenos de flores, símbolos y colores, algunos de los cuales recuerdan los trabajos más acabados de la psicodelia, pero enriquecidos con la fresca y creativa imaginación con la que la joven artista narra las historias de los personajes de sus sueños.
A sus 23, Estefanía es intelectual y creativamente independiente, y en sus cuadros más recientes “han influido mucho emociones y aprendizajes sobre lo que estoy sintiendo. Por eso me gusta mucho pintar en mi jardín, en las paredes o en el suelo y pensar que no soy pintora”.
Pero sus historias y personajes han sido influidos también por los mundos paralelos de la música y la escritura, cuyas huellas pueden identificarse en cada uno de los fantásticos cuadros de la niña pintora bellamente codificados.
Entre sus influencias, Estefanía menciona a Edward Munch porque “era muy deformador de las cosas en el sentido de que las utilizaba para mostrar su propio mundo”. La joven artista señala, obviamente a Leonora Carrington y a Remedios Vahro, y explica que “que en cada obra encuentras una liberación entre lo que tú estás sintiendo y lo que la gente de otra manera no puede entender”.
La literatura refuerza visión fantástica de su obra y recuerda AldouxHuxley y dos de sus obras más representativas: Un mundo feliz y Las puertas de la percepción, ambas fundamentales para la cultura psicodélica de los 60, y en la charla sale a relucir Lewis Carroll y Alicia en el País de las Maravillas.
De hecho, Estefanía narra uno de sus cuadros favoritos en el que imagina al gato de Cheshire con un sombrero roto y deshilachado rojo y blanco, porque esos colores “remiten a los circos, que son los lugares en los que suelen presentarse los fenómenos”, señala y hace viajar al reportero en el tiempo hasta el palacio de Moctezuma y sueña una escena con los fenómenos humanos que el emperador azteca utilizaba como intermediarios con los dioses.
La técnica que utiliza, mezcla de acrílico y óleo sobre tela, madera, papel o cualquier superficie que le parezca propicia para contar sus sueños. “Hice el examen en la Escuela Popular de Bellas de Morelia y no quedé, entonces me vine a trabajar, y al año me metí con un maestro aquí, con Fernando, con él manejé un político de óleo, pero poquito, qué serían… unos dos meses, pero no me gustó porque los maestros usan mucho el ‘estás mal, esto no va así’, así que no duré mucho”.
“El acrílico es toda una dimensión y la pintura plástica que manejo es la que resalta. Entonces, por lógica, primero aplico el acrílico porque además se seca muy rápido y después el óleo porque es muy lento. Si los quiero que manejar al mismo tiempo para expresar lo que miro en los objetos, tengo que respetar cómo funcionan los dos elementos”, concluye la artista gráfica Estefanía Arceo Muratalla.