“No nos alcanzarán…”, advierte Alfonso Martínez
MORELIA, Mich., 27 de agosto de 2012.- Los cruceros de Morelia se han convertido en negocios ambulantes, negocios medianamente remunerables, ante la falta de empleos formales, familias completas colocan en estos cruces su propia fuente de ingresos, logrando así subsistir. Es así como en cada crucero encontramos desde la abuela hasta el hijo más pequeño, vendiendo dulces, juguetes, flores, lavando parabrisas o haciendo algún malabar. Aunque los sistemas DIF estatal y municipal prohíben el trabajo infantil y realizan brigadas de rescate y orientación para los menores, los niños que trabajan en los cruceros dicen “cada que vemos una camioneta del DIFE nos escondemos para que no nos lleve”. Estos pequeños que arriesgan su vida al trabajar en medio de los vehículos no lo ven mal, pues dicen que “no nos obligan a hacer trucos, los hacemos porque nos gusta y así ganamos dinero para ir a la escuela además es divertido”, así lo externaron quienes dijeron llamarse Quique y su hermana Sandra de escasos once y ocho años de edad respectivamente, quienes ocupan el crucero de la avenida Camelinas y el avenida Solidaridad, ahí cada que el semáforo se pone en rojo, Sandra se sube a una llanta y empieza su espectáculo con tres pelotas que va lanzando y tratando de no tirar. En tanto en el crucero de la calle Morelos Sur con Avenida Camelinas, está Margarita, quien vende congeladas, mientras su esposo Joaquín vende juguetes de novedad, ella dice que tuvo que buscar trabajo en el crucero para juntar dinero y pagar los gastos de su embarazo. Otro de los cruceros a los que acudió Quadratín, es el de la salida a Mil Cumbres, donde esta Rosalba quien vende juegos de lotería y de serpientes y escaleras, ella es acompañada por sus dos hijos menores a los que sólo lleva para tener a la vista y poder cuidarlos, en este caso los niños únicamente ven cómo su mamá se acerca a los conductores sin que ellos se involucren en la vendimia. Pero también existen cruceros como el de la salida a Salamanca frente al Tecnológico de Morelia, donde los hombres que lavan parabrisas no son familiares de sangre, pero tienen ya varios años trabajando en el sitio juntos. Los jóvenes, quienes no quisieron dar sus nombres, sino sus apodos, dicen que es en la calle donde se encuentra más fácil el empleo. A decir del “Bucles” quien vive en Ciudad Jardín, lo más difícil es apoderarse del espacio y hacer que la gente deje limpiar sus vidrios y “soltar unas monedas”, aquí los salarios son diversos. “Puedes ganar cincuenta o en vacaciones cuando vienen turistas hasta trescientos pesos al día”. La situación financiera de la entidad acarrea problemas como el desempleo, la falta de apoyo para la entrega de ayuda social junto con la nula posibilidad de sectores pobres para tener acceso a la educación, orilla a muchos morelianos a sumarse al empleo informal, encontrando en la reventa de productos, en los actos de “magia”, ofreciendo servicio de limpieza, o un momento de música y así solventar sus gastos y sobrevivir día a día.