Hasta el mínimo problema vecinal puede llegar a un Juez Cívico
MORELIA, Mich., 24 de enero de 2024.- Un clavito puede trastocar la convivencia vecinal, ser motivo de faltas administrativas y escalar hasta la comisión de un delito si no hay voluntad de resolver el conflicto, advirtió el juez cívico Felipe de Jesús Llerenas.
Certificado como mediador en mecanismos alternativos de solución de controversias no deja de sorprenderse ante problemas que evidencian un conflicto que, en ocasiones, puede no identificarse y, en otros, como el de un clavito sí.
Narró a Quadratín que, un día un vecino tuvo la necesidad de colocar un clavo para colgar un tendedero, pero la barda en la que lo hizo la levantó su vecino y no le pidió permiso porque era del lado de casa y no pensó que lo pudiera afectar.
El vecino no le reclamó, pero la convivencia vecinal se alteró a partir de ese momento y, después de seis años de pelear por la cochera o por la sombrita, de prohibir a sus respectivos hijos hablarse y de que ya estaban llegando a los insultos, uno de ellos acudió a pedir ayuda.
Entonces salió el clavito y el vecino que lo colocó se disculpó y pidió permiso, el cual le fue concedido y ahora tienen una sana convivencia vecinal, uno es médico, el otro abogado y hasta comparten asuntos, contó.
Por eso es que él como juzgador tiene apego a los mecanismos alternativos de solución de controversias porque son flexibles y permiten encontrar una solución que satisface a las dos partes en conflicto, no solo a una, lo cual no es poca cosa porque en este caso se beneficiaron las dos familias, se restableció la buena vecindad, lo cual es un principio para que haya paz social.
Lo complicado de la mediación es que las personas tengan voluntad de conocer los mecanismos y cuando entienden que la solución es acorde a lo que cada una de las partes necesita y a sus intereses es muy fácil resolver una controversia.
“La escucha activa tiene mucho que ver, darles el espacio para que cada parte comente su necesidad y, cuando son escuchados, el conflicto va bajando porque dan a conocer la necesidad que tienen, reconocen que todo inició por una razón y, a través de una lluvia de ideas ellos mismos plantean las soluciones, incluso lo que les gustaría del vecino y lo que están dispuestos a dar”, indicó.
Consideró que es lo más sano porque al ser vecinos se ven y escuchan a todas horas y realmente el mediador sólo ayuda a aterrizar las ideas, a llegar a un acuerdo y que éste se pueda cumplir y, actualmente 90 de cada 100 conflictos entre vecinos se resuelve de esta manera.
Llerenas señaló que no se atrevería a decir que el otro 10 por ciento no quiera resolver las controversias sino que, a veces, no pueden hacerlo ya sea porque viven de manera temporal en la ciudad o tienen que cambiar de residencia por motivos laborales.
Por los casos que le toca resolver cotidianamente dijo que los mayores problemas entre vecinos son por el alto volumen de la música, los perritos que deambulan solos, sin correa y dejan sus heces en la calle y, en temporada de lluvias y vientos, la basura que se acumula porque no se barre el frente de la casa.
Sin embargo, señaló que al final este tipo de conflictos solo sacan el verdadero problema que tienen como fue el caso de dos mujeres que discutían mucho porque una dejaba la bolsa de basura en la línea divisoria de las viviendas, pero resultó que un día una saludó y la otra no contestó porque no la escuchó y surgió entonces el problema de la basura, hasta que lo aclararon en el juzgado y entendieron que fue un problema de comunicación.
Incluso se llegan a atender problemas más serios como la violencia intrafamiliar, no porque les corresponda sino porque los conocen derivado de faltas administrativas, como el caso de un joven que incluso llegó al Centro de Detención Municipal, lo cual le permitió un acercamiento con la justicia cívica.
Cuando su mamá llegó dispuesta a pagar la multa para liberarlo, el joven pidió que fueran ante un juez y ahí le dijo a su mamá lo que no había podido decirle en su casa: mamá, soy así, soy grosero, soy rebelde porque no me atiendes, no me escuchas, no me valoras, me desacreditas y no me tienes confianza.
Ella le contestó que creía que lo que necesitaba era una buena escuela, un buen teléfono celular y una computadora, porque para ella era muy complicado atenderlo ante la ausencia del padre ya que también es la proveedora y la solución fue muy bonita porque el vínculo entre madre e hijo que estaba prácticamente roto se restableció y la violencia intrafamiliar que iniciaba se rompió.
Este tipo de situaciones, si no se atienden, escalan a los insultos y agresiones físicas que ya son un delito, pero un problema tan sencillo puede resolverse mediante los mecanismos alternativos de solución de controversias que se utilizan en la justicia cívica, señaló el juzgador.