MORELIA, Mich., 23 de enero de 2019.- Lo único certero que ha podido decir este miércoles Nicolás Maduro, quien se hace llamar presidente de Venezuela, es que hay gente dispuesta a defender al país. Y sí, la hay. Muchísima. Porque Venezuela no es usted, Nicolás, ni su gobierno, ni nada que tenga que ver con los 20 años del chavismo.

Venezuela es lo que vemos hoy, 23 de enero, cuando justamente se cumplen 61 años del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, mientras la gente en las calles pide a gritos libertad, alza banderas, canta el Himno Nacional, “grita con brío que muera la opresión”, y se manifiesta en contra de años de hambre, desidia, corrupción y delincuencia.

En Venezuela es costumbre la escasez, y finalmente este día no se encontró por ninguna parte esa sola cosa que abundaba: el miedo. El hartazgo ante tanto cinismo pudo más, y el recuerdo de unos estudiantes logrando que Pérez Jiménez huyera de madrugada en la Vaca Sagrada resonó en el pueblo: “la fuerza es la unión”.

Maduro anunció que le da a Estados Unidos 72 horas para que toda la comunidad diplomática abandone Venezuela, en una ruptura de relaciones que de entrada el país del Norte no acepta después de que este martes, el vicepresidente Mark Pence en nombre de Donald Trump, reconociera a Juan Guaidó, líder de la Asamblea Nacional, como presidente interino del país del Caribe.

“Nicolás Maduro es un dictador sin derecho legítimo de poder”. La frase de Pence, todo su mensaje, el apoyo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el Grupo de Lima además de otros países, los recuerdos, la esperanza, encendieron en los corazones de millones de venezolanos la chispa que desde 2017 no existía.

En medio de miles de personas, Guaidó se juramentó como presidente encargado de Venezuela, y para las 16:20 horas (en México), el pueblo se mantiene firme, expectante.

Venezuela late en todos los rincones del mundo: allá donde solo queda gente resteada y valiente, porque para vivir en ese país hay que tener mucha valentía… entre la diáspora, y entre los amigos de otras nacionalidades quienes con nuestras historias y al notar el dolor diario de ser inmigrantes no han hecho más que conmoverse, apoyarnos, solidarizarse y tender una mano.