MORELIA, Mich., 18 de septiembre de 2018.- Con un trabajo de cuatro años en la búsqueda de la paz, el grupo editorial Fondo de Cultura Económica (FCE) logró su parte para materializar, a través de talleres literarios y actividades de promoción de la lectura, la rehabilitación de la antigua Estación de Ferrocarril, actual centro cultural en Apatzingán.

“El trabajo fue potenciarlo, enriquecerlo con un proyecto cultural potente, fuerte, siempre en consulta con la comunidad, un trabajo colectivo y comunitario”, explica a Quadratín Socorro Venegas Pérez, coordinadora de Obras para Niños y Jóvenes y Formación Lectora del FCE, quien dice que este centro no sólo atiende a la comunidad de Apatzingán, sino extiende su actividad a comunidades, rancherías, hospitales, centros de readaptación social, en escuelas de bachillerato, donde está el público más vulnerable, los jóvenes adolescentes que podría reclutar el crimen organizado.

Un indicador importante para saber que el proyecto esta funcionando es la asistencia de la gente a las actividades, ya que se atienden a alrededor de cuatro mil personas cada mes, no sólo en el centro cultural sino en comunidades, con visitas guiadas, talleres permanentes, eventos de arte y cultura, relata.

Destaca los talleres de creación literaria y de lectura con bebés, un trabajo muy importante, dice, porque desde pequeños a los niños se les inculca el gusto por la palabra escrita.

Socorro Venegas manifiesta que les hicieron la invitación de abrir un centro cultural por la emergencia que allí había, “la violencia, la cual pronto ocupó las primeras planas de los periódicos, pero sobre todo el cuerpo, la mente y el corazón de mucha gente allá en Michoacán”.

Entonces pensaron en un proyecto cultural, señala, que partiera de la literatura, de la cultura escrita, que pudiera ser un bálsamo para la gente allá.

Poco a poco con consultas, localizando a líderes comunitarios y a promotores culturales, se fueron enterando de la situación, lo que les sirvió para orientar al proyecto. Documentaron desde el principio lo que les contaban para saber dónde estaban y con el equipo editorial se coordinaron para encontrar la manera de atender esa necesidad, y en ese camino encontraron a sus aliados para este proyecto, detalla la coordinadora.

Explica que su primer termómetro y reto fue un curso de verano a los dos meses de estar trabajando este proyecto ya en el municipio de Apatzingán, y ese verano tuvieron sobre 900 niños inscritos.

Cuenta que esa experiencia les dejo algunas cosas, pero la principal fue algo que nunca había visto en ningún lado en sus experiencias culturales; el grado de desconfianza de unos a otros en la misma comunidad, entre vecinos y compañeros de trabajo.

“Había una enorme desconfianza hacia la instituciones por supuesto también, y el trabajo fue justo ir volviendo a tejer esas relaciones a través de la lectura, de la palabra, del diálogo, de talleres de escritura donde podían contar anécdotas, hacer autobiografías, talleres de autoretrato, donde volvieran a conocerse las personas”, asevera.

Todas esas experiencias fueron recogidas y se las pasaron a una experta en diseñar modelos: Luz María Capela, quien con su experiencia y compromiso diseñó este modelo de gestión para una cultura de paz a partir de las experiencias en Apatzingán, e incluso viajó a esta región de la Tierra Caliente michoacana para entrevistarse y trabajar con los promotores culturales.

“Michoacán ha sido laboratorio”, dice, y ha sido parte de este proceso de cultura para la paz, por eso generaron un libro con toda esa experiencia, y ahora se exhibe en la página de la del Fondo de Cultura Económica.