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CIUDAD DE MÉXICO, 28 de agosto de 2016.- La trufa es uno de los secretos mejor guardados de la gastronomía.
No se trata del dulce de chocolate de aspecto y sabor similar al bombón, sino del fruto de un hongo subterráneo que crece junto a las raíces de ciertos árboles o arbustos como el roble (Quercus faginea), la coscoja (Quercus coccifera), el avellano (Corylus avellana) o la encina (Quercus ilex).
Según el sitio español ManjaresdelaTierra.com este hongo es conocido y apreciado desde la Edad Antigua, aunque siempre envuelto por un misterio que lo señala como uno de los grandes tesoros que la tierra ofrece.
De acuerdo con Excélsior, hasta hace muy poco tiempo su cosecha se realizaba bajo uno de los métodos menos ortodoxos de la agricultura, pues su recolección se realizaba con puercos entrenados para oler y localizar las trufas enterradas a unos 30 centímetros de la superficie.
“Es un hongo mágico que aparecía simbiotizado entre las raíces de robles y encinas, y que sólo los animales, enloquecidos por su aroma penetrante, sabían cómo encontrarlo bajo la tierra en los claros de bosques europeos”, señala la escritora Laura Litvin.
Más información: Excélsior