Cautiva escritor Francisco Hinojosa con sus obras para niños y grandes
MORELIA, Mich., 1 de noviembre de 2017.- Flores, dulces, globos y juguetes engalanan muchas tumbas del Panteón Municipal de Morelia; es Día de Todos los Santos y las familias morelianas ofrendan a los infantes y párvulos, a los que se fueron siendo aún unos niños.
Este miércoles por la mañana el panteón aún lucía tranquilo, sin tanto tránsito, pero ya con un nutrido número de tumbas vestidas con flores, con mujeres y hombres de pie rezando, pidiendo a Dios por el descanso eterno de quienes los dejaron.
La mayoría de las tumbas vestidas son de niños, de adolescentes que, casi siempre, les antecedió un hecho dramático o una muerte repentina.
Entre las familias que visitaban a sus muertos, dos desconocidos se interrogaban sobre el modo en que habían fallecido sus pequeños. El padre de José Luis, un pequeño que falleció a principios de los años ochenta, comentaba: “se murió chiquillo, tenía seis años. Estaba jugando con su prima y lo hizo correr. La puerta de la casa estaba abierta, salió corriendo y paso un taxi y le pegó en la cabeza”.
Los padres del infante lo llevaron al hospital, pero no libró la muerte. A los pocos minutos después de haber ingresado falleció, narró el hombre, no sin cierta amargura en el rostro y con la mirada clavada en la tumba.
Este día, la muerte niña es la protagonista, hermanos, niños, padres, pero sobre todo madres hacían presencia en el panteón, agachados sobre las tumbas, sentados a los pies de sus amados hijos y familiares, disponiendo de flores, calaveras de dulces, paletas y coloridos globos.
Rita acudió al panteón a vestir la tumba de sus abuelos. Hace ya más de 20 años que la dejaron, pero eran también como sus padres, así que no deja de visitarlos, aseguró en tono melancólico, pero integra.
En cambio, una mujer que casi corría buscando escapar a la cámara aún mostraba el dolor en su mirada, con dos gruesos ramos de cempasúchil y nube, caminaba a prisa para llegar a la tumba de su hermano y sobrino.
Sin embargo, está la otra cara de la moneda: centenares de tumbas en el abandono, lápidas sin nombre, rotas, epitafios que las inclemencias de la naturaleza han borrado. Hombres y mujeres que quedaron atrás y sus familias los olvidaron.
Aquellas dulces palabras de los amorosos hijos y esposos atrás quedaron. El olvido es lo que hay.