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TZINTZUNTZAN, Mich., 7 de abril de 2022.- Deseamos “que no se vaya la pandemia” de Covid, ya que nos ha ayudado mucho a levantar el negocio de esculturas de cantera, nos dice don Diego López Saldívar, con medio siglo de artesano y artista, frente a petrificados rostros de dioses, sirenas, reyes y cristos maltratados que, impávidos, miran pasar el tiempo, como lo miran las mal llamadas yácatas que a sus espaldas nos recuerdan que por aquí pasó otra historia, enterrada aún en estas tierras del colibrí.
De los promocionados tianguis y concursos artesanales, don Diego sabe que terminan dando más lustre a gobernantes en turno que a los artesanos mismos, porque, aunque se trata de un buen mercado para éstos, la venta obtenida no alcanza para vivir todo el año, mientras que los gobernantes creen que cumplen con ponerse camisas y blusas floreadas, tomarse fotos y entregar cartones. Por eso él, que muchas veces pidió apoyos que nunca llegaron -porque “no hay recurso, no se puede… haga un proyecto; siempre lo mismo”-, basa todo en su trabajo, en su taller, su familia y sus ocho picapedreros.
Sus piezas cubren cerca de 200 metros lineales, a orillas del tramo carretero frente al centro ceremonial del antiguo y mal llamado imperio purépecha. Las hay desde 100 hasta 2 millones de pesos o más; desde una tortuguita hasta un dragón, como el de doce metros que revolotea en su cabeza y que pronto nacerá para volar a Vallarta.
Estima que la pandemia le dio descanso a la albañilería y auge a la cantera y los terminados, pues muchos se habrían dado tiempo para concluir sus casas. Seguramente que maestros y otros que “cobraron casi sin trabajar”, pensaron que era necesario terminar sus hogares, para que no quedaran a medias, si es que pasaban a mejor vida. Aunque, en realidad, “yo no quiero que se muera la gente con la enfermedad”, sino que se mantenga la venta.
Entre mitologías, historias y literatura
Son formas pétreas alusivas a diversas mitologías, historias o personajes literarios que han florecido por todos los rincones del mundo, junto a sueños de cantera rosa o gris del escultor mismo, y otras que ya, desde su estado bruto, anunciaban lo que querían ser. Así, el espacio carretero se carga tanto de diosas egipcias o hindúes, como de chorros de fuentes romanas o napoleónicas, o del mismísimo aullar de coyotes purépechas y de otros movimientos armónicos eternizados en piedra.
Cleopatra, la última reina egipcia, pasando por los populares Ramsés II y Tutankamón, entre otros faraones del serial dinástico de 3 mil años; además de otras piezas de la icónica desnudez cincelada por escultores griegos, cuyos originales fueron tallados en aquel maravilloso tiempo en que se preguntaron y respondieron sobre la singularidad humana. Una gran muestra, en fin, de todo lo labrado por doquier. Y por si algo faltara, es cosa de encargarlo aquí, con este artista y su familia que satisfarán cualquier capricho escultórico.
En su haber, don Diego cuenta con muchas piezas de gran formato, como la imponente virgen que con 16 metros de cantera rosa durazno viajó a Culiacán; o la Virgen del Cerrito de Zicuirán de 12 metros, con su Juan Diego de seis; o el Arcángel San Miguel de 15 metros que viajó a un convento de monjas de Monterrey; o el dragón que se quedó con un francés, avecindado en Morelia, y muchas más, de orden religioso, entre las que sobresalen Cristo agónico, santos indolentes y algunos ángeles a punto de emprender un inimaginable vuelo.
“Cuando uno empieza, después que la han pedido una pieza, tiene que estudiarla, casarse con ella, saber bien de quién se trata, para lograr la mejor representación”. Después el tacto, la vista y el gusto, le indicarán a uno los trozos de piedra que sobran para que brote el rostro de Juárez o Carrillo Puerto, de Buda, Sancho Panza o Don Quijote, y hasta de familiares muertos de los clientes que piden la obra.
Así, pues, sea la Santa Muerte para pedirle vida, u otros santos y dioses para mismos u otros fines, o sólo como ornamento y deleite estético, la escultura de cantera espera, sin ninguna prisa.