Presentará FICM función especial de la crítica de Cannes
MORELIA, Mich., 19 de noviembre de 2015.- Itzel Ávila es de Morelia, pero hace años ya no radica aquí. Llevó su vida hasta Toronto, Canadá. Se ha dado a la tarea de fabricar instrumentos de cuerda. Y así, dándole cuerda a su pasión, nos platica con emociones contenidas sobre la laudería, sobre su profesión.
Itzel sonríe, y me muestra un violín. La entrevista es a través de la tecnología, del Skype, y sólo tengo una pequeña pantalla por la cual la veo. Aún con ese inconveniente, puedo echarle un ojo a lo que me deja ver de su taller; una pared blanca a la que le cuelgan diferentes herramientas, todas ellas a diferentes distancias, como si de una partitura se tratara.
De inmediato la pongo en un aprieto: “No sé si lo que hago es artesanía o arte, creo que son los dos…es complicado”. Recoge su cabello, respira profundo. Me dice que normalmente hace instrumentos y después busca al cliente, pero en ocasiones llegan personas que le piden un instrumento, y ella se los hace, aunque es un riesgo porque no sabe si les va a gustar o no.
Sigue un proceso de construcción, la misma receta, pero siempre con resultados distintos, “desearía que todos mis instrumentos fueran muy resonantes, muy brillantes…” Se corta la comunicación. Pasan algunos minutos y ésta se restituye. Prosigue: Cada instrumento es un ser distinto, hay arte porque expreso a través de ellos. Por ejemplo con la cabeza, me dice mientras me muestra por la pantalla la parte donde están las clavijas de afinación. Es donde tengo mayor libertad, porque no influye en el desempeño del instrumento. Lo demás no lo puedo modificar a mi gusto, hay medidas específicas para el funcionamiento correcto del instrumento. Soy muy neurótica e impaciente, eso me sirve mucho porque las medidas deben ser exactas, porque aquí, un milímetro es una eternidad.
La característica de nosotros los constructores, para personalizar un instrumento, es todo el cuidado que le pones; todos los detalles y la calidad de éstos.
Itzel me cuenta que toda la fabricación de sus violines, y en general de sus instrumentos, es hecha por ella, hecha a mano, hecha por sus manos. Las técnicas de construcción no han variado en siglos, es lo mismo desde el 1650, 1700. Y un violín está hecho para durar hasta 400 años, con una vida de cuidado. Son tan fuertes y tan frágiles a la vez…es increíble, me dice sorprendida.
Los violines tienen nombres de personajes literarios, de novelas, de algún poeta o de lugares. Yo nombro a mis instrumentos de acuerdo a lo que me sucede en el momento de estarlos haciendo, tengo historia con ellos.
Adriano.
Uno de los protagonistas de este escrito es Adriano. Hoy se presenta por la noche, dentro del programa del Festival Internacional de Música de Morelia, el músico Cuauhtémoc Rivera, acompañado de la Orquesta Sinfónica de Michoacán (OSIDEM) en el Teatro Ocampo, en el corazón de la ciudad. Pero al violinista no sólo lo acompaña la orquesta, sino Adriano.
Itzel me cuenta que Cuauhtémoc fue su profesor de violín hace unos veinte años, cuando ella estaba en Ciudad de México, todavía lo siguió viendo mientras ella terminaba su carrera en la UNAM. Lo admiraba, porque le parecía –y le sigue pareciendo- un excelente ejecutante y solista.
El año pasado, me dice Itzel con luz en el rostro, platicó conmigo, me preguntó por mi carrera, y me dijo: “yo quiero tocar un instrumento tuyo, quiero que me hagas un violín”. Me encantó la idea, por todo lo que le admiro, así que imagínate, que esa persona me encargue un instrumento a mí…
Entonces en junio de este año lo vi, pero aún no lo terminaba el violín, de hecho sigo armándolo, es éste que ves aquí, me dice mientras lo pone frente a la pantalla. Así que le dije que probara otro instrumento mientras le entregaba el suyo. Entonces fue que le entregué a Adriano.
Adriano se llama ese violín, porque en el tiempo que lo hice viajé a Portugal, y esos momentos estuvieron llenos de Adrianos. Está oscuro, porque agarró el sol lusitano, a orillas del Douro.
Ahora no sé qué va a pasar, prosigue Itzel, porque ya casi termino su instrumento, pero me dice que le gusta Adriano. Hemos estado en constante comunicación por Whatsapp, donde le pregunto si quiere esto o aquello. Entonces él estuvo involucrado desde escoger el tronco de madera hasta todo el proceso que lleva hoy en día. La fecha de entrega es el próximo 15 de diciembre, y habrá un concierto en la Alianza Francesa de la ciudad de México, y ahí se estrenará.
Para Itzel Ávila, una moreliana artista y artesana, que hace arte para perpetuar el arte mismo mediante la música, le emociona demasiado saber que de alguna manera, a través de su instrumento, estará presente en esta ciudad que ama. Que por medio de Adriano le dará voz y expresión a un músico que fue su tutor, su mentor, un ejecutante muy talentoso como Cuauhtémoc Rivera. Y hay un plus para ella: casi todos los músicos de la Osidem que tocarán hoy, fueron sus compañeros de generación cuando estuvo en el Conservatorio de las Rosas.
El nuevo violín aún no tiene nombre, o quizá sí lo tiene, pero está reservado para su dueño, que sea él el primero en escucharlo y poder nombrar al instrumento que hablará por él en teatros, festivales y salas de concierto en cualquier parte del mundo.