MÉXICO, DF., 29 de agosto de 2015.-  Con el propósito de enriquecer la exposición Lo terrenal y lo divino: Arte islámico de los siglos VII al XIX, con actividades paralelas a fin de que el público asistente tenga un concepción más amplia de esta antiquísima cultura, se llevó a cabo el coloquio Descubriendo el Islam en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Según un comunicado de prensa, en el foro, realizado el jueves 27 de agosto con la participación de diversos especialistas en la cultura de Medio Oriente, a fin de brindar al público una perspectiva más amplia de la cultura islámica, participó Jean Meyer, investigador y profesor emérito del Centro de Investigación y Docencias Económicas (CIDE) y del Colegio de México (Colmex), quien ofreció la ponencia Representaciones cristianas del Islam en tiempos de Bizancio, en la que abordó las relaciones entre cristianos y musulmanes, así como las diferencias entre el Islam y el cristianismo.

Indicó que la cristiandad oriental sí conoce el Islam, pues estuvo en contacto con él desde sus inicios, mientras que nosotros los cristianos occidentales, hijos de la Iglesia católica romana y de las iglesias evangélicas, no hemos tenido o no tenemos un conocimiento verdadero del Islam.

Para el especialista, un personaje que dejó un legado teológico e histórico inmenso y un testimonio de su tiempo fue Juan Damasceno o Juan Mansur ibn Sanjur, como era su verdadero nombre, titulado El diálogo con el sarraceno, “es un manual para dar a los cristianos los instrumentos para vencer en una discusión o en una polémica intelectual al musulmán”, afirmó Jean Meyer.

Ese libro revela un extraordinario conocimiento del Islam y del Corán, incluso conoce las divergencias teológicas, las divisiones que están surgiendo entre los musulmanes; entre shiíta y sunita, que es un tema de actualidad y en temas como la indefinición del Corán o del Islam, frente al problema de la libertad humana, el famoso tema del libre albedrío y de la predestinación, que es un tema que ha dividido a los cristianos y a los jesuitas, que insisten en la libertad fundamental del hombre para escoger entre el bien y el mal.

Para los musulmanes Jesús es un gran profeta, pero no lo consideran hijo de Dios, ya que no creen en el milagro de que haya nacido de María siendo virgen, así como tampoco aceptan la idea de la Divina Trinidad, por eso llaman a los cristianos “los asociadores”, porque asocian a otras personas a la persona única de Dios, a Cristo y al Espíritu Santo. En este sentido, Jesús es el penúltimo hijo de Dios, pero Mahoma es el último y su humilde profeta.

Juan Mansur fundó una corriente de cristianos interesados por el Islam y buenos conocedores de esta religión que siguió hasta el siglo XV y XVI.

Para a fines del siglo XIV, en los años 1390 hasta 1425, destaca otro personaje igualmente cristiano ortodoxo como Juan Damasceno, que fue uno de los últimos emperadores de Constantinopla, el paleólogo Manuel II, quien redactó un libro en el que narra un diálogo entre él y un alto dignatario musulmán persa que también era filósofo, y que a propósito el papa Benedicto XVI citó algunas frases en un discurso donde proclamaba la necesidad de la tolerancia y del diálogo entre las religiones.

“Se trata de una discusión afable, ya que los dos discuten la excelencia de las tres leyes y cuál es el mérito respectivo de la ley de Moisés, de la ley de Jesús y de la ley de Mahoma”, aseveró el historiador.

Algunas de las diferencias mencionadas por Jean Meyer residen en la desacreditación por parte del Islam de los textos anteriores al Corán, es decir, la Torá, lo que conocemos como el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento, los Evangelios y las cartas de los apóstoles, ya que el Corán dice que son apócrifos, pues considera que primero los judíos y luego los cristianos falsearon las escrituras, por eso el especialista indicó que un musulmán no tiene interés ni curiosidad de leer esos textos.

Cuando se habla de moral, Meyer afirmó que el persa y el bizantino no pueden entenderse, porque el Islam ignora el pecado original, el creyente musulmán no intenta imitar la perfección divina porque está fuera del alcance humano, mientras que el cristiano, teóricamente, intenta imitar a Jesucristo.

En este sentido, el Islam menciona las facilidades de una religión menos rigurosa, puesto que someterse a la voluntad de Dios basta para llevar al creyente al paraíso. El Islam ignora la alianza entre Dios y el hombre, en el diálogo entre Manuel II y el sabio musulmán, para éste no hay más que leyes y una sola vale, que es la de Mahoma, la de Dios es buena pero es demasiada alta. Fue este un diálogo entre dos hombres de buena voluntad que termina constatando nuestras diferencias, aseveró.

La exposición de Jean Meyer, así como de los especialistas Alejandra Gómez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH); Hernán G. H. Taboada, de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Reynier Valdés Piñeiro, del Colegio de México (Colmex), brindaron un panorama más amplio sobre la historia de las 192 obras de arte decorativa proveniente de la colección de arte islámico que alberga el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Lo terrenal y lo divino: Arte islámico de los siglos VII al XIX estará en exhibición hasta el 4 de octubre en el Antiguo Colegio de San Ildefonso. La admisión tiene costo de 45.00 pesos, con 50 por ciento de descuento a estudiantes y maestros con credencial; los martes la entrada es libre.