MÉXICO, DF., 16 de diciembre de 2015.- Con la llegada de diciembre,  el olor a musgo y paixtle (heno) comienza a invadir mercados y casas; son la base de uno de los elementos principales de la decoración navideña en México: los nacimientos.

Según publica WikiMéxico, personajes modelados en barro, madera, cerámica, porcelana, plástico o infinidad de otros materiales empiezan a desfilar por escenarios, a veces, sencillos, otras, instalados en detalladas villas que aunque no siempre respetan las proporciones entre el tamaño de las casas, los pesebres, las personas y los animales, siempre cuentan con la presencia protagónica de María, José, el buey, la mula y, por supuesto, el recién nacido niño Jesús.

En los más producidos, se unen a la Sagrada familia: el ángel, la estrella, los Reyes Magos, los pastores, las casas de los pastores, el palacio de Herodes, samaritanos, árboles de todos tamaños, nopales, flores, Adán y Eva a punto de comerse la manzana, el ermitaño, el diablo y todo lo que la imaginación o posibilidades económicas de cada familia quiera integrar.

La tradición de reproducir el nacimiento de Jesús se originó en la navidad del año 1223, cuando el místico San Francisco de Asís, con la autorización del Papa Honorio III, escenificó el nacimiento con un montaje viviente en la aldea de Greccio, Italia. Se inspiró en el evangelio de Lucas, según el cual el niño fue colocado en pesebre rodeado de animales que buscaban protegerlo del frío –detalle que, por cierto, fue desacreditado hace algunos años por el papa Benedicto XVI en su libro La Infancia de Jesús-.

Su idea fue muy bien recibida, y pronto la costumbre de los Belenes vivientes se extendió por todo el mundo. En 1986, Juan Pablo II proclamó a San Francisco de Asís el patrón universal del Belenismo.

El primer nacimiento (o Belén) hecho con figuras de barro se realizó en Nápoles, Italia, a finales del siglo XV y constaba únicamente de la representación de la Sagrada familia.

Los Belenes llegaron a México de la mano de los franciscanos. Fray Pedro de Gante fundó en el pueblo de Texcoco, Estado de México, el primer taller para que los indígenas aprendieran a hacer las figuras del nacimiento, como parte de su tarea evangelizadora. No faltó mucho para que los artesanos mexicanos, se apropiaran de la tradición, integrando originales diseños en hojas de palma, madera, barro, hueso, cera y metal.

En la actualidad, mucha gente afirma que la costumbre de montar nacimientos artesanales en las casas se ha ido perdiendo; por practicidad, o por privilegiar otro tipo de decoración como el árbol de navidad y los “santocloses”, pero los nacimientos siguen teniendo su público.

En los últimos años, se ha montado en la ciudad de México, “El Nacimiento más grande del mundo”, ganador de 4 records Guinnes. Está integrado por más de mil figuras en tamaño real, montadas en 57 escenarios de 18 mil metros cuadrados. Este gigantesco Belén, ha sido expuesto con gran éxito por varios países.