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MORELIA, Mich., 16 de abril de 2016.- Dentro de los eventos del cuarto encuentro Verso y Redoble se presentó el maestro Luis Jaime Cortéz, donde manifestó que se han ido derrumbando las ideas de que la música de conservatorio es superior a la tradicional, “ya nadie lo piensa.”
Durante su conferencia, titulada “La música tradicional mexicana en las salas de concierto”, el también rector del Conservatorio de las Rosas expuso que ya es un tema de por sí polémico e interesante definir la música clásica, lo mismo sucede con la tradicional o popular.
Durante su ponencia, en el Centro Cultural UNAM Morelia, Luis Jaime Cortéz ahondó sobre la relación entre la música clásica -sin meterse en polémicas por el término- y la música tradicional mexicana, recordó el período del nacionalismo que se dio en el país, donde géneros populares se trasladaron a las salas de concierto con autores como Miguel Bernal Jiménez, José Pablo Moncayo, Carlos Chávez o Silvestre Revueltas . Dijo que quizá la pieza más conocida sea Huapango de José Pablo Moncayo.
El maestro indicó que no hay claridad en qué hecho terminó con el nacionalismo en la música mexicana, si con la muerte de Carlos Chávez, o las de Moncayo y Miguel Bernal Jiménez, acaecidas en los años 50
Sin embargo, destacó, años más tarde hubo trabajos muy buenos desde la música clásica, como Danzón, de Arturo Márquez. Indicó que habría que ver qué sucede con los públicos, revisar qué papel tienen.
El también músico explicó que en esta relación que tienen la música clásica con la música tradicional popular el fenómeno también se da al revés, es decir, el apropiamiento de la música clásica para hacerla parte de la tradición popular.
Ejemplificó con el Vals, introducido por el emperador austríaco Maximiliano de Habsburgo en el siglo 19, en cual fue acogido por los músicos mexicanos y ahora es parte ya de la tradición musical mexicana e incluso parte de nuestra identidad.
Finalmente el maestro dijo que ha emprendido un trabajo con la música del compositor Moreliano Chucho Monge, estudiando sus textos y su melodía, donde además destaca el trabajo del arreglista, de quien no se sabe nada, “ni su nombre”.