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MORELIA, Michoacán. 07 de abril de 2016.- Han pasado varios días ya de la celebración del Día Internacional del Teatro, para ser precisos doce días; se celebro el pasado 27 de marzo. Jesús de Río, “Chucho” para los allegados, es ahora jefe de la Casa de la Cultura, aunque realmente parezca un director, cosas administrativas. Pero más que un funcionario, Chucho ha sido actor, profesory director de teatro por décadas.
Desde 1968 empezó a hacer teatro en la Ciudad de México con los Trashumantes del IMBA, un programa de teatro con la finalidad de que se presentaran funciones en la delegaciones, a las colonias, “tenía 14 años, y ya andaba de saltimbanqui” dice sonriendo. Recuerda como uno de los pasajes mas entrañables de su vida justo en ese tiempo, cuando ingresó por primera vez a hacer teatro.
“Antes de entrar a los Trashumantes, una de mis hermanas, la mayor, era actriz, hacía televisión, cine y teatro, entonces estaban montando una obra y yo le ayudaba todos los días en a casa a estudiar sus personajes, le daba réplica y le ayudaba a memorizar, y como chaperón la acompañaba a los ensayos” cuenta Jesús mientras apoya su cabeza sobre los dedos de su mano derecha y prosigue.
“Entonces sucedió algo terrible; la actriz principal le renunció al director, así, vilmente. Y le renunciaron otros dos. Entonces a mi hermana le pasaron a ese personaje, recorrieron a otros dos muchachos y había un personaje que quedaba desprotegido, y e director, arrancándose los pelos decía ‘Ahora qué voy a hacer, qué hago’ como película –ríe- y a mi hermana se le ocurre decir ‘mi hermano se lo sabe’ y yo ‘¡no es cierto!’ pero sí me lo sabía. Y fueron como cinco día intensivos verdaderamente para ajustarme a la obra, y en ese tránsito me quedé en el trabajo y no lo dejé nunca” cuenta.
El Extraño Jinete, de Michel de Ghelderode, es una de la obras más entrañables para Jesús del Río, y explica la razón: “hice un personaje que nunca había hecho, hice un loco en cautiverio, además el reparto era genial; era con Teresita Sánchez, con Trino Alonso, con Roberto Briceño, dirigiendo Alfredo Durán, de escenógrafo e iluminador José Ramón Segura Jáuregui y esa ha sido una de las que más aprecio.
Recuerda otra que también disfrutó mucho:“trabajamos también La Casa Verde, de Vargas Llosa, era casi el mismo reparto, esa era en un prostíbulo de la costa, un personaje difícil, zafio, escatológico, horrendo, pero muy rico para interpretarse, un reto”
El largo recorrido de Jesús lo ha llevado a presentar cerca de 300 puestas en escena, ya sea como actor o como director. “La primera obra que hice aquí en la Casa de la Cultura, fue “Los Fantoches” de Carlos Solórzano”, señala el actor, director, profesor y ahora encargado de la Casa de la Cultura.
Características de un actor
Para Jesús del Río, un actor debe ser una persona sumamente inteligente, una persona que sepa qué quiere de la vida, sino ésta se lo come, debe ser una persona culta, “un actor que no lee, que no se informa, que no ve televisión, que no ve noticias, que no ve el mundo, no dejaría de ser un intérprete, se convierte en intérprete y no en actor”.
“Debe tener un panorama muy amplio para poder distinguir y discernir qué es lo mejor para el personaje, conocer su interior. Esas son las características fundamentales”. Y sentencia: “el talento no es necesario, es para los inútiles”, y lo explica: “es para los que de forma natural dicen ‘yo juegan a llorar’, ‘yo juego a reír’, el talento es un accesorio”.
Se estudia también, yo en lugar de talento diría capacidades, yo defiendo la tesis de que todo mundo sirve para el teatro, pero no todo mundo tiene la capacidad de ser actor, talento mucho menos, el talento se confunde con la chistosada que haces en la casa, ‘ay mira, este es bueno para esas cosas’, un médico no necesita talento, necesita estudiar, igual un músico, eso también necesita el actor ¿no?” dice convencido.
El escenario
El pánico escénico siempre está, señala Jesús. “el día que no se sienta, será porque se está haciendo todo en automático”. Pararse en un escenario es toda una experiencia, y depende también el público que esté presenciando la obra, cuenta Chucho. “cuando presentaba aquí en el foro de La Capilla, era más tranquilo, porque el público que venía a ver las obras, ya estaba cautivo, había rostros que uno ya reconocía, se hacían familiares, pero en foros mayores y donde no se tiene idea del público, sigo sintiendo miedo”.
Pero se controla, esa también es una característica de un actor, dice el maestro, lanzando un suspiro. “se siente en el estómago, es lo viceral, lo que te mueve por dentro, pero hay que dominarlo”.
“Es sólo un cambio de escenario”, dice el ahora funcionario estatal. “Al final estoy en el mismo ámbito, si me hubieran mandado a la Agricultura o a Finanzas o no sé, algo diferente, realmente saldría de esto, pero no es el caso, llevo 35 años trabajando en la Casa de la Cultura, sé lo que pasa aquí y lo que se ha necesitado. Es otro escenario y un público más fuerte” puntualiza el histrión.