Se presentarán 39 jóvenes músicos de América en Sinfonietta 2024 del FMM
MORELIA, Mich., 20 de noviembre de 2012.- Mínimo una guerra mundial en la epidermis, unas diez cicatrices indelebles. Una postal dolorosa firmada con manuscrita desde un puerto extranjero, una melodía metralla que taladra en el vientre el recuerdo de un viejo amor, de esos que ni se olvidan ni se dejan, pero eso sí, siempre, inevitable, con la mano extendida en primer plano, dicen sin más… adiós.Mínimo un terremoto devastador, un creciente duelo hasta que los antidepresivos nos alcancen, es decir, la ruptura amorosa por morosa relación. Un divorcio con la debida dosis de arañazos e insultos y maldiciones y platos rotos y querencias odio con la debida despedida histórica. Para alimentar a conciencia el recuerdo de lo que habrá de doler a posteriori.Ya con ese parámetro medido en grados Richter o centígrados o Kelvin, -porque el (des) encuentro amoroso, mata igual en sacudidas que en ardor-, la devastación sobre el estrecho escenario construirá al espectador Jekyll y Mister Hyde, lo mismo víctima que victimario de las creaturas propias.Intimidades al fin y al cabo, muy ajenas si uno piensa que la histórica relación entre Marco Antonio y Cleopatra no desea pisar el callo propio y tirar la piedra, como si nunca una embarrada de pecado siquiera. Intimidades muy suyas ahí en la puesta en escena, minimalista, blanco sobre fondo negro, pero muy de todos, personajes teatrales o no, de esos fascinados por los cortes de caja, la mirada en la nuca, de la disección para mirar si en las arterias corre algo más que atole de fresa, para gastar la quincena en reparaciones sobre el diván del psiquiatra, con la cariñosa amiga, esposa o emperatriz resuelta a devolvernos la dignidad y el abismo. Intenso-dependientes, vértigo acompasado por la sonora belleza de un cello con vientre de mujer.De acuerdo a un comunicado de prensa, Antonio y Cleopatra, obra de William Shakespeare es un repertorio de intimidades escritas con bisturí sobre intestinos y órganos multicelulares. Reciclaje de experiencias no superadas ni por el olvido perenne que nos obliga a tropezar con el frenesí (¿acaso no es eso la vida?). Confrontación inmediata con el paradigma: ¿quién soy, dónde estoy, qué me dieron?Antonio y Cleopatra es una obra intensa escrita por William Shakespeare, que junto a la música compuesta por Miguel Bernal Jiménez, resulta en una adaptación maravillosa que utiliza la profundidad de escenario con la memorable actuación de Cleopatra, quien lleva, por mucho, el peso de la solidez interpretativa.Antonio y Cleopatra es la representación de los amores dispuestos a todo, desde el despeñadero vertical que lo pervierte todo en rutina de supermercado con salario quincenal planificado, hasta el ímpetu horizontal que apuesta por la fragancia de la politiquería y las sucesiones en tiempos de los Césares.Sin moral, sin moraleja, la representación teatral es una muestra de la condición humano-pasional figurada en rasgos elefantiásicos, incluida la risa que provoca en el espectador, y que en conjunto, podría parecerse a una comunidad de esperpento, cuyo desenlace es la trágica muerte de los amantes.Ecos de la flagelación autodidacta, Antonio y Cleopatra, obra de teatro que conjuga las artes escénicas con melodía, fue un éxito y un deleite para quienes asistieron la noche del lunes al Teatro Ocampo. Un acierto del Festival de Música de Morelia “Miguel Bernal Jiménez”.Arrojen sus historias sobre el escenario, parecería ser la invitación. Despojos, mi amor, despojos… Pero antes de continuar, un poco de música por favor.Más que música en vivo como aderezo, la soberbia interpretación de la música de Miguel Bernal Jiménez, es para destacar por separado y con letra cursiva.