Universidad faro de la paz

En diferentes universidades públicas y privadas se me ha permitido compartir saberes académicos respecto de la paz y la convivencia, lo he realizado como profesional, pero también como director de la sede de la embajada México de la Fundación El Sol, o bien, como un ciudadano comprometido de la búsqueda de la sana convivencia en los espacios públicos.
Un tema del cual es necesario continuar registrando información es la responsabilidad y la paz para la convivencia social, o escolar; una pregunta que hago a las autoridades de las universidades donde colaboro es qué implicaciones y desde luego los alcances que se tienen cuando se cuenta con responsabilidad social de los compromisos universitarios.
De ahí una nueva pregunta, cómo utiliza la universidad la innovación para implementar nuevas ideas, métodos o tecnologías en la educación superior para mejorar la enseñanza, el aprendizaje y la gestión académica, y es que no se trata solo de digitalización o modernización, sino de avanzar significativamente en la transformación de la educación para que responda adecuadamente a las necesidades de los estudiantes y las expectativas de la sociedad.
Pero, qué es la responsabilidad; la responsabilidad social, y la responsabilidad social universitaria; responsabilidad es “reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”, esta breve definición de diccionario solo reflexiona sobre entes pensantes, no sobre aquellos que viven con una discapacidad intelectual o bien bajo efectos de sustancias tóxicas; pero de manera laxa el concepto nos refiere también a un fundamento ético-moral que reclama la toma de conciencia y rectificación de las consecuencias desfavorables a que han dado lugar las acciones humanas, ya sea por ignorancia, descuido o negligencia, en ocasiones incluso la omisión consentida. En consecuencia, tanto los individuos como las estructuras sociales, entre ellas las organizaciones, tienen el deber moral no solo de actuar siempre bien, sino de reparar los daños generados a los mismos.
En tanto que, la responsabilidad social, requiere de un análisis colaborativo, es decir, de incorporar el concepto de gestión al desarrollo de la organización; así, se entiende por gestión, el conjunto de acciones y decisiones que posibilitan el desarrollo de la organización: “el trabajo cooperativo, la sana convivencia, la calidad del producto o servicio, la preservación del medio ambiente” de esta manera observamos que la responsabilidad social no es solo para la administración interna, sino para atender las problemáticas externar que genere la acción de la empresa. Por ello, se entiende como la acción dirigida a que las organizaciones procuren, tanto el bienestar social como la sostenibilidad (para esta generación y las próximas) del entorno, y el fomento de ambientes saludables; hemos visto distintas publicidades de empresas con responsabilidad social generando acciones a favor de la sociedad, pero sin generar pensamiento crítico para la toma de decisiones.
Esta visión alcanza un posicionamiento desde la ecoeducación, es decir evitar que las empresas caigan en una mentalidad egocéntrica de la ganancia individual, y transiten a promover la importancia de la diversidad (hoy 17 de mayo se conmemora el Día contra la fobias por la orientación e identidad de género), el multiverso, la interdependencia y la corresponsabilidad como principios de existencia y sana convivencia entre los grupos de interés, dando lugar a una relación armónica entre el todo y sus partes, como lo indica la teoría de la complejidad de Edgar Morin.
En este sentido la responsabilidad social universitaria que define la UNESCO en el artículo seis de la Declaración Mundial sobre la Educación Superior para el siglo XXI, prevé que la responsabilidad social de las universidades debe estar orientada hacia el servicio del tejido social y demás problemáticas sociales como la paz, la miseria extrema, entre otras causas, inculcando para ello en sus estudiantes a través de las mallas curriculares una solida formación en valores y la vinculación con la comunidad, de la siguiente manera: “la educación superior debe reforzar su servicio a la sociedad y en especial sus actividades para eliminar la pobreza, la intolerancia, la violencia, el analfabetismo, el hambre, la degradación ambiental y la enfermedad, utilizando principalmente enfoques transdisciplinarios e interdisciplinarios en el análisis de los temas y los problemas” (art.6 literal b, de la Declaración).
Por otro lado, en el artículo dos de la misma Declaración en comento, se expresa que la educación superior de las universidades debe de “utilizar su capacidad intelectual y prestigio moral para defender y difundir activamente valores universalmente aceptados, y en particular la paz, la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad, tal y como han quedado consagrados en la Constitución de la UNESCO”.
En este sentido, podemos comprender que la responsabilidad social de las universidades tiene la tarea de generar innovación social, fundamentada en valores inmateriales (tradiciones y costumbres, ética y moral, saberes, expresiones culturales), acciones que promuevan el pensamiento crítico y la participación ciudadana activa, orientada al desarrollo sostenible de la paz, el bienestar y el respeto de los derechos humanos.
De esta manera, la universidad está convocada a coadyuvar para generar nuevas ideas y marcos de referencia que favorezcan la formulación de políticas públicas encaminadas a tratar y minimizar la problemática social, para impactar positivamente en la calidad de vida personal y comunitaria, sobre todo en aquellos espacios donde prevalece la violencia directa, estructural, simbólica y cultural.
Algunos teóricos e investigadores expresan que la innovación tecnológica ha sido ampliamente difundida y reconocida sobre sus impactos sobre la productividad y desarrollo, mas ésta, la innovación, poco se ha manifestado en la solución de problemas como la paz, la exclusión, el deterioro ecológico, etc., razón por la cual es necesario que las universidades impulsen la innovación social desde estas necesidades.
En este sentido debo reconocer que la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, creó la Coordinación General de Igualdad de Género, Inclusión y Cultura de Paz; de manera colaborativa con dicha instancia he tenido la oportunidad de participar como tallerista o facilitador de procesos formativos, así como conferencista en temas relacionados con la Paz y Convivencia Escolar.
En los documentos sustantivos de la UNESCO sobre la Educación del siglo XXI, expresa la importancia en el desarrollo de la innovación social, por lo que, la educación superior debe direccionar los conocimientos para dar respuesta a desafíos globales tales como la seguridad alimentaria, el cambio climático, el diálogo intercultural, la paz, la sostenibilidad, la salud pública, la marginalidad, inequidad, pobreza, la diversidad, la inclusión etc.
De esta manera, recientemente comentaba con la Rectora de la Universidad Magno Americana la importancia que tienen las Universidades para preservar, transmitir y desarrollar conocimiento de alto nivel, y dada su vocación social, está en condiciones para promover y desarrollar conciencia social entre su alumnado en acompañamiento de los docentes, así como de coadyuvar a la producción de bienestar y restauración del tejido social, actuando como gestores y mediadores en procesos de paz en distintos espacios de violencia; por ejemplo, aquí en Morelia, en las áreas de mayor incidencia de violencia como Ciudad Jardín, y otras colonias como San Bernabé, Ignacio López Rayón, Gertrudis Sánchez, las Flores, Lomas del Durazno, Valerio Trujano, donde se realizan tareas de convivencia y paz social con distintas organizaciones de la sociedad civil, siempre con el acompañamiento de algún docente universitario.
De esta manera, las universidades en Michoacán, dígase la UMSNH, los Institutos Tecnológicos, las Universidades Politécnicas, la Universidad Tecnológica de Morelia, los campus en Morelia del IPN, de la UNAM, la UDEM, y las universidades privadas que tienen funciones de formación, evaluación y producción para la innovación son fundamentales para la educación del siglo XXI, por lo que sigo pensando que la educación superior son faros, atalayas, son los espacios que deben de coadyuvar a la resolución de estas problemáticas sociales.