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MORELIA, Mich., 15 de abril de 2016.- En el campus Morelia de la UNAM comenzó a funcionar el primer El Servicio Arqueomagnético Nacional que es hace investigación de frontera para determinar la antigüedad de objetos arqueológicos con mayor precisión utilizando las propiedad del Campo Magnético de la Tierra (CMT) y por otro en las propiedades magnéticas de algunos minerales externó Avto Gogichaishvili, responsable del proyecto.
Este viernes 15 de febrero, comenzó a operar de manera oficial este servicio, es el primero en su género, ya que a pesar que existen algunos pocos laboratorios que se dedican al estudio del arqueomagnetismo en Iberoamérica es la primera vez que se organiza como servicio, señaló el investigador.
Gogichaishvili detalló que el arqueomagnetismo investiga la historia del Campo Magnético de la Tierra, en los términos de las variaciones en dirección e intensidad que ha experimentado en el pasado.
Precisó que los materiales de interés son arcillas cocidas (ladrillos, tejas, adobes, cerámicas) y sedimentos quemados in situ por la presencia de hogares, termas, tumbas de incineración y otras estructuras de combustión.
El análisis de registro magnético de materiales y estructuras arqueológicas quemadas es una fuente excepcional de datos para la Arqueología, en especial en lo relativo a la cronología, aseguró.
Precisó que estudiar las propiedades magnéticas de los objetos tiene otras aplicaciones muy útiles como la reconstrucción de procesos de formación y enterramiento en yacimientos arqueológicos, la evaluación de procesos diagenéticos o la determinación de temperaturas de combustión, entre otros.
El servicio de arqueomagnético nacional es el primero en su género, ya que a pesar que existen algunos pocos laboratorios que se dedican al estudio del arqueomagnetismo en Iberoamérica es la primera vez que se organiza como servicio.
Detalló que el Instituto de Geofísica, Unidad Michoacán, Instituto Nacional de Antropología e Historia, El Colegio de Michoacán, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y la Universidad de Guadalajara fueron los impulsores del proyecto.
Dado el alto costo de los equipos modernos, fue necesario el financiamiento conjunto del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), a través de proyectos de infraestructura, fondos concurrentes de la Coordinación de la Investigación Científica y del Instituto de Geofísica.