AQUISMÓN, SLP., 3 de octubre 2020.- Gregorio Santiago Margarito había crecido en torno a la maravilla natural del Sótano de las Golondrinas, cuya popularidad fue en ascenso desde que el mundo espeleológico lo descubrió en 1966; y que creció notoriamente en la última década, al grado que en los Puentes Vacacionales y la Semana Santa podía llegar a recibir (según estadísticas de la Dirección Municipal de Turismo) de tres mil a cinco mil visitantes.

ATRAÍDO POR EL TURISMO

Con el canto de los gallos a manera de despertador, el arrullo de las aves como la sinfonía de toda la mañana, y el olor a vegetación el resto del día, al joven no le fue difícil sentirse atraído por la tarea que realizaban sus familiares y vecinos cercanos, así que en cuanto tuvo la fortaleza suficiente, se sumó al grupo de guías de Unión de Guadalupe, comunidad perteneciente a Tamapatz -en el municipio de Aquismón- y sede del afamado abismo de más de medio kilómetro de profundidad.

Apoyando en los descensos en rapel -en el primer tiro de 376 metros- y por el cual se cobran hasta cinco mil pesos por persona, el aquismonense encontró un modo de vida, añadido a las propinas que surgían en su tarea como conductor de los paseantes a alguno de los dos miradores, que encima de la boca de la oquedad (de 60 metros de diámetro), servían para observar la salida o la llegada de vencejos de cuello blanco, llamados localmente golondrinas.

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