MORELIA, Mich., 19 de marzo de 2014.- En Michoacán, el éxito de la industria aguacatera está a la vista. De Morelia hasta el Tancítaro, que corona a la Meseta Purépecha, el paisaje ha cambiado: los frondosos bosques de oyamel, pino y encino han cedido su espacio a las verdes cuadrículas en que se despliegan las ricas huertas aguacateras.

Toda esa amplia región se ha convertido prácticamente en un mono cultivo que devora zonas agrícolas y forestales, haciendo inviable el cuidado de productos tradicionales como el maíz, café, el pino y otras especies que virtualmente han desaparecido.

Según información tanto del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) como de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural Pesca y Alimentación (Sagarpa), en 10 años la superficie destinada a ese cultivo creció más de 75 mil hectáreas al pasar de 100 mil 127 en 2004 a las 175 mil 918 que reportó el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) en enero pasado.

Esa superficie da al país una capacidad productora de 1 millón 790 mil 845 toneladas anuales de aguacate –cifra sin precedente-, en virtud de que, según ambas instituciones los rendimientos promedio por hectárea también subieron, de 9.861 toneladas por hectárea en 2004 a 10.18 al concluir el ciclo 2012-2013, señalan las cifras de ambas instituciones.

Por otra parte, el vigoroso crecimiento de la oferta de la fruta no ha logrado detener la ruta ascendente de los precios, que se han mantenido al alza tanto en el mercado nacional como en el extranjero.

Según INEGI y Sagarpa, el precio medio rural de la tonelada de aguacate pasó de 6 mil 164 pesos en 2004 a 14 mil 329.5 en 2011. Para 2013 los precios superaron los 16 mil pesos por tonelada y en los primeros meses de 2014 los envíos a los Estados Unidos se cotizan en 1.65 dólares por kilo, es decir, unos 22 mil pesos por tonelada.

En total, el valor comercial actual de la superficie sembrada y en producción de aguacate asciende a unos 2 mil 593 millones de dólares, o 34 mil 500 millones de pesos en un año.

El principal productor de esa riqueza es el estado de Michoacán, que este año tiene una superficie sembrada ligeramente superior a las 127 mil hectáreas, cifra que representa el 72 por ciento de la riqueza aguacatera nacional, según los datos que proporciona Sagarpa a través del SIAP.

Pero en Michoacan el potencial aguacatero puede ser aún mucho mayor. La Comisión Forestal de Michoacán (Cofom), en voz de su titular, Martha Josefina Rodríguez Casillas, informó en noviembre pasado que tan sólo en la entidad “en el último censo del INEGI (2010) se detectó que 180 mil hectáreas que eran bosque cambiaron el uso de suelos a huertas de aguacate”.

Michoacán ocupa el primer lugar en incendios forestales y cada año una parte relevante de los bosques que se queman renacen convertidos en huertas de aguacate, por lo que es difícil identificar con precisión los nuevos cultivos, muchos de los cuales se encuentran en situación irregular.

Esa situación ha afectado profundamente a la industria aguatera en la entidad, pues ha sido el caldo de cultivo para el desarrollo de la delincuencia organizada en el sector y por una producción ineficiente y altamente contaminante que en noviembre pasado reconoció la Gerencia Regional de la Comisión Nacional Forestal al solicitar a la Cofom analizar la situación derivada de la introducción del cultivo del aguacate en las diversas regiones de la entidad.

Pocos se atreven a tocar el tema, y lo único que se sabe a ciencia cierta es que este acelerado “cambio de uso del suelo en terrenos forestales para establecer huertos, disminuye el agua infiltrada y aumenta la evapotranspiración, con ello se reducen los caudales en manantiales, como los que aún son admirados en el Parque Nacional Barranca del Cupatitzio y el Área de Protección de Flora y Fauna Pico de Tancítaro”, destaca el estudio denominado Impacto del cambio de uso de suelo forestal a huertos de aguacate, elaborado por destacados científicos tanto de la Sagarpa como del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP).

“Es un hecho que la coincidencia de condiciones agroclimáticas ha ocasionado un acelerado cambio de uso del suelo forestal a la producción de aguacate, al grado de provocar un deterioro de los ecosistemas forestales del estado de Michoacán, que se manifiesta en un proceso de deforestación de 690 ha anuales, aproximadamente”, lo que implica que se deja de absorber una media tonelada de carbono cada año, advierte Pedro Brajcich Gallegos, director del INIFAP y conductor de la mayor investigación sobre aguacate en el país.

Esta situación tiene graves implicaciones, pues el bosque desempeña un papel fundamental en el balance hídrico de las cuencas y el suministro de servicios ambientales a la sociedad como son el abastecimiento de agua y la conservación de los suelos, destaca el especialista.

De acuerdo con el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 88 por ciento de los productores regulares de Michoacán generan diversos problemas de contaminación que van de regulares a severos, asociados con erosión por tipo de cultivo, daño a mantos acuíferos por agotamiento y contaminación por uso de pesticidas.

La UNAM establece que hasta 2011 “el 21 por ciento de los huertos se encontraba establecido en sitios con alta pendiente y con alta susceptibilidad a la erosión con la consecuente pérdida de agua y nutrientes por escorrería”.

En un análisis más detallado, el estudio destaca que el 49 por ciento de los productores utilizan fertilizantes y pesticidas con un alto nivel de contaminación, y de éstos el 34 por ciento lo hace con niveles de contaminación extremadamente elevados.

Solamente el 7 por ciento de los productores michoacanos no usaba pesticidas sintéticos y no generaba efectos adversos sobre el suelo, los mantos acuíferos o el ambiente.