La opción
José María Morelos y Pavón fue hombre ilustrado, descendió de maestros. Su abuelo José Antonio Pérez Pavón fue conocido “en el exercicio de Maestro de Escuela”; su madre, Juana Pavón, por igual se desempeñó en la enseñanza. Los malquerientes del Siervo de la Nación, quisieron mostrarlo como un hombre de escaso conocimiento por haber iniciado sus estudios de bachillerato a los 25 años. Pero nació y creció en un ambiente de letrados, cuando en la Nueva España la mayoría de sus habitantes eran analfabetas. La historia personal de Morelos está llena de episodios de lucha, de esfuerzo por superar situaciones adversas. Los Morelos eran originarios de Zindurio, los Pérez Pavón eran de Apaseo Guanajuato. Su padre, Manuel Morelos era carpintero, dedicado honradamente a su oficio; por razones desconocidas abandonó a la familia, emigró a San Luis Potosí, dejandolos en el desamparo. Fue por ello que el casi niño José María en lugar de proseguir con sus estudios tuvo que trabajar; partió a la Tierra Caliente, a la Hacienda de Tahuejo, cerca de Apatzingán, para involucrarse en las labores del campo. A los 25 años de edad regresó a esta ciudad y lo primero que hizo fue solicitar su ingreso al Colegio de San Nicolás. Allí conoció a don Miguel Hidalgo y Costilla, rector y maestro del plantel. “Querido discípulo” lo llamó en su correspondencia el Padre de la Patria. Morelos destacó como estudiante dedicado y brillante. El catedrático de Latinidad del Colegio de San Nicolás, Jacinto Mariano Moreno, certificó y juró “tacto pectore et inverso sacerdotis” (tocando su pecho y vuelto sacerdote) que Morelos cursó bajo su dirección las clases de Mínimos y Menores “en las que ha procedido con tanto juicio, desempeñando el cargo de Decurión [así se llamaba al alumno que por sus más altos progresos se convertía en el ayudante del profesor] con tan particular aplicación que por esta consiguió verse sobre exaltado casi a todos sus demás condiscípulos, que en atención a su aprovechamiento y recto proceder tuve a bien conferirle en consecuencia de todos sus referidos méritos que fuese premiado con última oposición de mérito en la Aula General con la que se observa premiar a los alumnos de esta Clase, la que desempeñó con universal aplauso de todos los asistentes.” En el Seminario Tridentino, Morelos también destacó por su aprovechamiento en el estudio. El catedrático de Teología Moral, Joseph María Pisa dejó escrito: “acabó sus cursos de filosofía, en que sacó primer lugar”.
Educar fue la primera tarea de José María Morelos al recibir las órdenes menores, partió a Uruapan; el Diácono enseñó gramática y retórica; presentando a pública oposición, bien preparados, a sus alumnos. El obispo Fray Antonio de San Miguel lo ordenó sacerdote el 21 de diciembre de 1797; un mes después lo mandó a la parroquia de Churumuco, un pueblo de la Tierra Caliente que ahora yace bajo las aguas de la presa “El Infiernillo”. Morelos, se llevó a vivir con él a su madre, quien enfermó por el clima, en el traslado a Valladolid, ella se le murió al llegar a Pátzcuaro. Morelos atendió Carácuaro y Nocupétaro; ante la escasez de limosnas por la pobreza de los pueblos, comerció granos que mandaba a Valladolid para que los colocara su cuñado Miguel Cervantes; con las ganancias adquiría enseres domésticos, telas y otros productos que revendía en la Tierra Caliente. Construyó edificios. Logró reunir dinero para comprar una casa en Valladolid. Casa contra la que el general realista Torcuato Trujillo desataría su furia durante la guerra de independencia, destruyéndola. A Nocupétaro le llegó la noticia que se había anticipado el levantamiento de Miguel Hidalgo y partió a su encuentro, en Charo recibió la orden de insurreccionar el Sur y tomar el puerto de Acapulco. Morelos tenía conocimiento previo de que se fraguaba una insurrección; en una carta escrita el 4 de septiembre de 1810 Hidalgo le decía: “Querido discípulo, el 29 de octubre es el día para la celebración del gran jubileo que tanto ansiamos los americanos.”
Morelos salió de Nocupétaro hacia Huetamo a donde llegó a principios de noviembre de 1810 “anteayer —escribió a su compadre Francisco Díaz— llegué a esta con 16 indígenas armados de Nocupétaro, hoy me encuentro con doscientos noventa y cuatro de a pie y cincuenta de a caballo.” Usaba un pañuelo anudado a la cabeza porque padecía de frecuentes dolores. Cuando las balas cruzaban los aires, en medio de los combates Morelos, se sentaba tranquilamente a disfrutar de una comida. El buen humor lo caracterizó siempre, aun en los peores momentos como el sitio de Cuautla, su plática era alegre y su correspondencia con el comandante de los realistas era mordaz, en momentos de adversidad conservaba el optimismo y reía. A la par de realizar acciones militares que le llevaron a dominar el Sur de la Nueva España, Morelos promulgó la primera Constitución y creó las primeras instituciones del país: un Congreso, un poder Ejecutivo y un Tribunal de Justicia. Quería una República regida por la Ley, con un Congreso integrado por Diputados electos por la población, con un Poder Ejecutivo al servicio de los habitantes de la Nación y un Tribunal de Justicia atento a contener los excesos del poder.
Además de ganar batallas y crear instituciones, José María Morelos y Pavón tuvo ideas gran contenido social que mantienen su vigencia: ”Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto.” “Que la esclavitud se proscriba para siempre, y lo mismo la distinción de castas, quedando todos iguales y solo distinga a un americano de otro el vicio y la virtud.” “Que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario.” Se requiere “un sistema de administración que reintegrando a la Nación misma en el goce de sus augustos imprescriptibles derechos, la conduzca a la gloria de la independencia, y afiance sólidamente la prosperidad de los ciudadanos.” Morelos se adelantó a su tiempo al estipular que el gobierno debería garantizar los derechos a la seguridad, a la propiedad, a la libertad y a la igualdad. Definió la Ley como expresión de la voluntad suprema del pueblo, ante la que todos los ciudadanos son iguales; a la ley tendría que sujetarse el gobierno. Cuando en el mundo los Derechos Humanos eran materia desconocida, Morelos estipuló que son arbitrarios y tiránicos los actos ejercidos por el gobierno contra un ciudadano sin las formalidades de la ley; consagró la presunción de inocencia mientras un acusado no fuera declarado culpable; proclamó que la casa de cualquier ciudadano es un asilo inviolable; consagró la libertad de hablar, de discurrir, y de manifestar opiniones y prohibió tajantemente la tortura. En la Constitución de Apatzingán afianzó como uno de los derechos principales de todo ser humano la educación: “La Instrucción, como necesaria a todos los ciudadanos, debe ser favorecida por la sociedad con todo su poder”.