Llama Unesco a proteger a periodistas que cubren temas medioambientales
MORELIA, Mich., 15 de julio de 2014.- El clima extremoso del verano en la capital del estado, caluroso y soleado en el día, y con vientos y lluvia por la tarde, sacuden a los familiares de los niños enfermos en el Hospital Infantil, pero aún así no ha logrado derrumbarlos.
Conforme pasan las horas esperan recibir un diagnóstico que les devuelva la certeza y la paz: que su hijo tiene cura y que pronto regresará a casa.
El señor José salió de Tzitzio con su esposa para que su hijo naciera en el Hospital de la Mujer hace varios meses ya. El pequeño fue prematuro y después de permanecer un tiempo en la incubadora le informaron que ya no podía ser atendido ahí por lo que tuvo que trasladarse al Hospital Infantil.
“Lo único que me falta es cambiar mi IFE porque ya vivo en Morelia” dijo con resignación mientras explica que le prestan “un cuartito” cerca del nosocomio que se ha convertido en el hogar de su pequeño y a quien no ha podido tener en sus brazos más de un día.
Comenta que desde el pasado viernes, en el Hospital Infantil le dicen que no hay medicamentos ni suero, por lo que ha tenido que salir y buscar en las farmacias cercanas a buscar lo que le piden “varía según donde lo compres pero un suero puede valer desde 18 hasta 50 pesos, hay que andar preguntando porque le quiere ver la cara a uno”.
Los lazos que se crean entre los desconocidos son casi inmediatos, buscan el consuelo, la esperanza y la vinculación con la casa que dejaron para encontrar la sanación de su pequeño.
La señora Oliva asegura que entre los familiares se escuchan y dan ánimos pero la gente que labora dentro del hospital es distinta, “unos son muy buenas gentes y otros no, los policías por ejemplo, los de este turno (por la mañana) si nos tratan bien pero los de la tarde, solo dejan pasar a los que les llevan café”.
Dice que no “sabe hablar” pero cuando se expresa sobre la situación de su hija, la claridad y el coraje surgen y está dispuesta a permanecer el tiempo que sea necesario para que su niña disfrute su infancia como cualquier otro.
Afirma que a su hija la han dejado con ropa de cama sucia “porque están escasas y no hay limpia”, que le dan “poquito” de comer y que ha habido ocasiones en las que incluso han tardado horas en cambiarle el pañal. Madre e hija también han recibido maltratos por parte de las enfermeras “a mí que me digan lo que quieran, pero que a mi hija no me la traten mal”, suspira.
Las historias se repiten y multiplican. Rosa pareciera ella misma una niña pero la fuerza con la que habla denota una mujer que ha vivido mucho en poco tiempo, se queja que los días que a dos meses de haber llegado de Zitácuaro para que su hijo recibiera atención médica ella no tiene cobija y se duerme en el suelo.
“Es que los policías son bien malos, bueno, algunos, pero yo no me dejo. Les decimos que nos dejen dormir en las bancas pero no quieren y luego hasta se enojan. Yo he visto como maltratan a la gente, no dejan que cualquiera entre”, dice con la rabia contenida.
En dos meses, el hijo de Rosa ha tenido 7 operaciones. El último estudio que le solicitaron tiene un costo de 2 mil 500 pesos, y ella no tiene los recursos económicos pero asegura que no se detendrá hasta que su hijo vuelva a su casa, no importa el precio.