En México, la vivienda no se diseña para la mujer

MORELIA, Mich., 19 de noviembre de 2014.- Si los papeles de la mujer han cambiado, ¿por qué no la vivienda?, preguntó Lizzete Denisse Aguilar Pérez, quien añadió que, en México, los espacios que por tradición y género se asignan a ellas, usualmente no consideran sus características.

Desde sus inicios, agregó la estudiante del posgrado de la UNAM, la arquitectura se ha desarrollado con la fisionomía masculina en mente. Muchas veces se ha diseñado a partir de referentes antropométricos como el Modulor de Le Corbusier, consistente en un sistema de medidas basado en las proporciones del Hombre de Vitruvio (creado por el romano Marco Vitruvio Polión, en el siglo I).

Históricamente, se construye de acuerdo a lo que el varón quiere o representa, pero nunca en consideración a la figura femenina. En nuestro país los espacios de la vivienda no satisfacen sus necesidades; ejemplo de ello son algunas de interés social, que conciben la cocina como un espacio residual, mientras que en Europa existen proyectos de remodelación para adaptarlas a las labores de la mujer y brindarles un espacio propio.

Precisamente porque aquí se diseñan casas que consideran sólo al hombre como estándar humano, Aguilar Pérez realiza su tesis de maestría La influencia de género en el diseño de la vivienda en México.

En su trabajo, la sinaloense se enfoca en la de tipo unifamiliar, donde habitan familias extensas o monoparentales, de clase media y media-baja, o madres trabajadoras.

Como parte de su indagación evalúa aspectos físicos, biológicos, de comportamiento, sociales, económicos y culturales. Su objetivo no es diseñar un prototipo, sino detectar y demostrar el margen de obsolescencia del diseño de vivienda de interés social.

En principio, Aguilar Pérez pensó, más que en proponer un criterio, plantear uno participativo donde el propietario determine la distribución. Sin embargo, se dio cuenta que esta posibilidad resultaría complicada o inviable porque un tiraje en serie es más económico que uno personalizado.

Asimismo, busca fomentar investigación desde la licenciatura, para que los arquitectos egresados determinen, con base en quienes vivirán ahí, el diseño acorde al cliente.

Quienes conciben fraccionamientos de interés social no consideran la diferencia de género. Las habitaciones son tan pequeñas que la cama hay que replegarla al menos a una pared.

Para el INEGI, una familia extensa no es de cuatro personas (la media es de cinco o seis miembros). ¿Cómo acomodar a ambos padres, dos o tres hijos y un pariente en sólo dos recámaras?, preguntó.

Lo mismo ocurre en los edificios públicos. En los baños, por ejemplo, no hay un diseño basado en las diferencias de género; sólo se distinguen porque unos tienen mingitorios y otros no.

Simplemente se estandariza una actividad sin pensar en los papeles o rituales, ciclos de vida (los ancianos no pueden subir escaleras) o diferencias físicas. De ahí que, además del diseño, Aguilar Pérez busque una propuesta de flexibilidad interior. Además, considera factible que los espacios se transformen conforme al uso y vida de los usuarios.

En Dinamarca tienen un prototipo de vivienda pública, cuya construcción es auspiciada por el gobierno, con muros interiores móviles de un material tipo tablaroca y rieles en el piso y plafón, para aprovechar el espacio. Así, un estudio-comedor, con sólo recorrer los paneles, se puede transformar en una recámara de visitas.

Lizzete considera más factible instrumentar la flexibilidad en el diseño interior que ampliar, pues cualquier remodelación tarda mucho. Así, con la primera opción, será más fácil transformar conforme cambie la estructura familiar y el ciclo de vida de sus habitantes.

En el diseño arquitectónico es fundamental considerar este último factor y las diferencias de género, no por feminismo, sino por equidad, para una integración social correcta que garantice el bienestar físico y psicológico, en particular de la mujer y adultos mayores, concluyó.