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MORELIA, Mich., 20 de abril de 2014.- La invitación era insoslayable, el que no llegaba, literalmente, se arriesgaba a perder la cabeza, y cualquiera podía recibirla en el momento menos esperado: funcionarios, políticos, empresarios grandes, medianos o pequeños, campesinos y gente del pueblo.
“Te quieren ver en el cerro”, era el mensaje que recibían funcionarios de Michoacán antes de ir a ponerse a las órdenes de Nazario Moreno, “El Chayo”, cuando éste era el máximo líder de Los Caballeros Templarios, destaca un amplio reportaje que publica este domingo el periódico REFORMA.
En el cerro, los encuentros relevantes eran atendidos por el propio Nazario Moreno en la Fortaleza de Annunaki. A la usanza medieval, el jefe templario arreglaba cualquier cosa. Ahí, “Fijó el precio de la tortilla en 15 pesos, de la carne en 90 pesos y las tajadas que tenían que dar quienes vendían camionetas americanas o fayuca”, recordó un carnicero que acudió a La Fortaleza en mayo de 2013.
Porque a la Fortaleza El Chayo no sólo llamaba a funcionarios, políticos y empresarios, “en la pasarela a ‘El Cerro’ también acudieron carniceros, tortilleros, taxistas, fayuqueros, restauranteros, fruteros, limoneros y vendedores de droga al menudeo”, señala REFORMA.
Después de imponer su voluntad a los visitantes, el señor se retiraba y comenzaba la diversión se abría la fiesta. Los invitados eran conducidos al rodeo de la finca de siete hectáreas
En los cónclaves también participaban el jefe de plaza del Municipio a tratar, así como otros líderes templarios como Servando Gómez “La Tuta” y Enrique “Kike” Plancarte, los principales brazos ejecutores de “El Chayo”, que también servían de contrapesos a las decisiones de Moreno, refieren los testimonios.
La diversión comenzaba después de las reuniones de “negocios”. El Chayo desaparecía un momento para ir a sus habitaciones a cambiarse, mientras los invitados bebían y eran agasajados con platillos regionales, que eran servidos como Buffett.
Al anuncio del arribo de El Chayo, el público quedaba boquiabierto. Moreno ingresaba al rodeo sentado sobre un trono que era llevado en hombros por sus subalternos. Los testigos lo recuerdan ataviado con una túnica roja o blanca con tonos púrpura y una corona adornada con brillantes en su cabeza.
Al calor del festejo, Nazario pasaba al ruedo, externaba su gusto por la música de El Buki, pedía música y con una voz horrible se soltaba: “Le faltan horas al día, para seguirnos queriendo, apenas fue mediodía y hoy nos está amaneciendo…”