Afectará sequía la preservación de murciélagos en Michoacán
NAHUATZEN, Mich., 23 de enero de 2015.- La zona es una olla de presión, producto de conflictos añejos, tan viejos como su propia historia. Y es repetitiva, con riesgos de que la sangre llegue al río.
El botín: la riqueza forestal, inmensa, incalculable.
El conflicto: la tala ilegal, inmoderada, al menos eso esgrimen en su defensa ambas partes.
Ya van 12 días de conflicto, de tomas. Los de “abajo”, no pueden ver a los de “arriba”.
Son comunidades grandes, en la parte oriente de la legendaria y mística meseta purépecha.
Comuachén cuenta con unos 7 mil 500 habitantes. Sus vecinos de abajo, de Sevina, con poco más de 5 mil.
Un 40 por ciento de la economía depende de la actividad forestal, no por algo la disputa.
“La autoridad municipal está rebasada para atender el conflicto”, acepta el munícipe de aquí, Ángel Valdez.
Y así es. El pasado 21 de noviembre, diez de sus elementos policiacos fueron desarmandos, golpeados y “humillados” por unos 40 hombres armados, presuntamente “talamontes” de Comachuén.
Iban a una revisión de la situación real en esa comunidad, ubicada en la parte alta del municipio.
Escoltaban a los regidores de ecología y medio ambiente y al síndico del lugar, para constatar el delito.
Tres patrullas fueron destrozadas, recuerda el alcalde priísta, quien urgió a la instalación de la mesa de diálogo y negociación con los tres niveles de gobierno.
Pero acepta que es difícil; que las comunidades exigen la mesa en sus respectivos lugares.
“Quieren y no quieren negociar”, argumenta y señala que nadie quiere que la confrontación crezca.
Comuachen vs. Todos
La discordia ya “pega” en los habitantes de Comuachén. Miles de estudiantes tienen que bajar por Aratapécuaro y Turícuaro, media hora más de traslado, para poder llegar a los centros de estudios de este lugar. Hay más costos.
También impacta en los suministros. En los casos de enfermos.
“Ya se nos murió una señora, porque no la alcanzaron a trasladar a Pátzcuaro. Eso no se vale”, revela Luis Hernández, jefe de Bienes Comunales de Comuachén.
Se encuentra a unos 4 kilómetros de la comunidad. Le acompañan unos 40 hombres. Trabajan a “pico y pala” para abrir un nuevo camino que los comunique con esta cabecera. Ya no quieren pasar por Sevina.
No es para menos. A dos kilómetros, en la bajada a Sevina, un tramo de carretera “cortado”, a la “brava”.
Un corte de un metro de ancho por uno de profundidad, fue hecho por los de Sevina.
La arena sustraída, fue usada como barricada de guerra. Nadie entra, nadie sale.
“Queremos que el gobierno nos construya una nueva carretera. Que nos de empleos reales, no temporales. Que establezca una industria maderera aquí, que genere empleos permanentes para nuestras gentes, que muchas veces no tiene ni para comer”.
“Sí talamos, pero poquito. Lo hacemos por hambre. Mis compañeros suben por uno o dos troncos chicos. Los trasladan en burros. No lo hacemos a gran escala. A cambio de ello, reforestamos. Ahí está la Cofom (Comisión Forestal) de testigo”, justifica el líder de la comunidad.
Aquí, la mística, la fe y la creencia, se mezclan en el conflicto.
Bonifacio Reyes Cruz, jefe de tenencia del lugar, segura que cada año es la mismo.
Los de Sevina, afirma, cada año hacen lo mismo: al inicio de año “aprietan tuercas” para que el gobierno libere mayores recursos, proyectos, insumos y obras.
“Es cuando el gobierno iniciar a aplicar el presupuesto. Por qué no lo hacen en otra temporada”, critica.
El bloqueo y las acciones de protesta se dan a unos días de la fiesta grande de Comuachén: La Candelaria, con gran poder de convocatoria.
“Es grande. Con mucha gente, mijo comercio. Que vamos a hacer ahora que tenemos los caminos cerrados. El gobierno debe intervenir para solucionar la situación”, reclaman los líderes.
Historia y conflicto.
En medio de la polvadera, los hombres escuchan. No quieren video, tampoco foto. Sólo la declaración.
“El gobierno no nos ha regalado nada. La carretera nos la hicieron a cambio de que cedimos el cerro de La Virgen. Si no nos hace el nuevo camino, retomaremos lo que es nuestro” sentencia
De qué tamaño es? Cuánta riqueza tiene?
“Uuff -exclama-. Es enorme. Tenemos los títulos virreynales que datan de 1522. Desde ese tiempo, somos los propietarios legales de todo esto”, indica, mientras señala con el índice el vasto paisaje.
Más abajo, unos 5 kilómetros, están las otras barricadas, la de Sevina.
Ahí, hombres, jóvenes y viejos, resguardan los accesos a la comunidad. No quieren que saquen más madera.
Dos vaporeras, una de café y otra de té acompañan la vigia contra el frío.
Están cerrados los dos accesos. Unos troncos y un poste de concreto, frenan a los automotores. La revisión es obligada.
Uno de ellos señala al monte. Indica los claros que ha dejado la tala inmoderada hecha por los de Comuachén.
Este polígono tiene unas 4 mil 600 hectáreas de bosque, de riqueza, imposibles para resguardarlas.
“Están acabando con todo. Ya se llevaron lo suyo y ahora vienen por lo de nosotros. También le están “pegando” a Pichátaro y a otras comunidades”, Antonio Hernández, jefe de tenencia de Sebina.
Están reunidos en la
Plaza principal de la comunidad. Ya acordaron el “estrangulamiento” de la carrera libre Páztcuaro-Uruapan y la Siglo 21. La razón: presionar a la autoridad para que “pare” el desorden hecho por sus vecinos.
Son celosos. Quieren que se manejen lo que ellos. Muestran una minuta para presentar al gobierno ofrecen copia, y al minuto la retiran.
El representante afirma que no ha habido respuesta gubernamental. Recuerda que ya hubo firma de acuerdos en 2012, pero fue “roto” por sus vecinos.
La tala sigue. Nadie la para. Andan armados y ya hubo tiroteos en estos días, aseguran algunos.
Sevina se dedica a la elaboración de muebles. Su potencial es el 30 por ciento de la economía local.
Quieren que el gobierno pague salarios fijos a los habitantes para realizar labores e vigilancia, ya que “la Semanat, es un cero a la izquierda”.
Son unos 40 y 50 talamontes. No es toda la comunidad. “Pero en este conflicto, son ellos los que tienen que poner orden”, dice el alcalde del lugar.
Día 12. El conflicto sigue. Y podría seguir por décadas.
Así es la sangre purépecha.