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MORELIA, Mich., 27 de julio del 2014.- El rotor principal comenzó a girar y los nervios empezaron a arrugarse mientras el helicóptero se elevaba para iniciar el recorrido por encima de la ciudad de Las Canteras Rosas y observar su perfecto trazo en su primer cuadro y en los restantes, que comenzaron a perder su simetría al tiempo que creció la capital michoacana. Sólo diez minutos bastaron para recorrer desde las inmediaciones de Casa de Gobierno pasando por la salida a Quiroga y desde ahí hasta la avenida Camelinas, no sin antes rodear la Catedral moreliana, y regresar al punto de partida.
Una mañana por suerte despejada, en medio de este temporal de lluvias, fue el marco de arranque de este vuelo de prueba que después se volverá a repetir como parte de los tours turísticos a ofrecer por la nueva empresa que presta servicios de taxi aéreo en la capital del estado, que lleva por nombre, Servicios Aéreos La Viña (SAV).
Era domingo, poco después de las 11:00 horas, la capital estaba tranquila, poco tráfico, un solo bloqueo, éste por la calzada Juárez, pero no para protestar sobre alguna inconformidad por parte de grupos sociales hacia el gobierno, sino bloqueada para realizar una carrera ciclista. Sin embargo, bloqueadas o no las avenidas o calles principales de Morelia, el viaje de la aeronave no se detuvo y pasó por encima de Catedral, en pleno centro, acerándose a ella, pareciendo posible tocar sus altas torres con tan solo extender el brazo. Es una fotografía que en pocos casos se repite de este monumento, es la Catedral “como nunca la han visto”, mencionó el piloto del helicóptero a los cinco tripulantes de “Don Goyo”.
Sí. Don Goyo, así se llama la nave, es el nombre común de uno de los volcanes activos de México, de cuyas cumbres bajaban la nieve para los emperadores de la poderosa Tenochtitlan; estamos hablando del Popocatépetl. Así, Don Goyo, con seis personas arriba, siguió su rumbo por el primer cuadro de la ciudad hasta llegar a uno de los monumentos más imponentes de la capital del estado, y posiblemente de esta región del país: el Acueducto de Morelia.
Una larga línea, como una L abierta, es la que se observa al seguir el recorrido del Acueducto; el primer cuadro de la ciudad comienza a difuminarse a partir de este punto, luego de que se pasa por encima de una grande y frondosa mancha verde que forman las copas de los árboles del Bosque Cuauhtémoc.
El trazado simétrico, perpendicular, cuadrado, casi perfecto, de las calles del primer cuadro comienza a perderse para abrir paso a las curvas, los espacios circulares, irregulares, vacíos o exageradamente llenos de las nuevas colonias. De las azoteas rojas de un centro histórico, recién impermeabilizados, con una lógica de distribución “barroca”, “ilustrada”; hacia las multicolores, multiformes, nuevas, desgastadas, vacías, llenas, unas con tendederos para ropa y otras hasta con helipuerto, ahora con una lógica de distribución “moderna”, y se podría decir que hasta “posmoderna”, de las nuevas colonias.
Desde arriba, la ciudad se observa chiquita. Desde las alturas pasan desapercibidos los transeúntes morelianos, las pintas en contra de los gobiernos que son reflejo de la problemática social del estado, los vehículos terrestres se observan pequeños, y los edificios sólo se distinguen por sus azoteas, excepto los religiosos, que destacan por sus puntiagudas torres a lo largo del primer cuadro de la ciudad.
Al final, los nervios se relajan y ya todo pasó, la ciudad vista en 10 minutos, y los músculos relajados al pisar de nuevo la tierra, luego de ser parte del gran sueño de la humanidad desde tiempos inmemoriales: volar.