Mantiene Compesca canales de navegación en el lago de Pátzcuaro
CAPULA, Mich., 29 de octubre de 2014.- Aquí, esa extraña fascinación, admiración que se tiene por la muerte, se traduce en arte, colorido, fiesta.
Ubicada a 10 kilómetros de la capital del Estado, esta pequeña tenencia, de escasos 8 mil habitantes concentra el 80 por ciento de su fuerza productiva en la elaboración de alfarería.
Transforman el barro en arte, en herramientas, en Catrinas.
Sí, Catrinas, esa imagen deshuesada, con sombrero, que José Guadalupe Posadas tomara como muy propia para exponer a una sociedad mestiza que pretendía aspirar al estilo europeo durante la época del porfiriato y que ha pasado a ser parte de la identidad del mexicano, aquí retomó su bum.
“… En los huesos pero con sombrero francés y plumas de avestruz… “, cita la alusión a la figura.
En la cuarta edición de la Feria Nacional Artesanal de la Catrina, esta población aprovecha para mostrar su habilidad y respeto por la Catrina, también conocida como “La Garbancera”, pero no solo son ellas, también van “El Catrin”, “El Cilindrero” y una serie de personajes que han sido dibujados magistralmente a lo largo de la historia hispánica de México.
Es una semana de exposición y, previo el Día de Muertos, las calles de esta tenencia, ubicada al poniente de la capital, se convierten en un gran tianguis de venta de alfarería y artesanía en barro.
Según las cifras de la Secretaria de Turismo Municipal, son más de 200 puestos los que se establecen en la feria de La Catrina.
El evento también es el marco para la premiación de los mejores trabajos. Son piezas excepcionales.
Cultura y tradición
Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo data la cultura de la alfarería, pero lo cierto es que son generaciones centenarias que han dejado el legado ancestral. Muchos aseguran que es la herencia entregada por “Tata Vasco”, quien paradójicamente en sus crónicas refiere que Capula “era un lugar de salteadores (ladrones) de madera. Así lo manifiesta Juan Torres, el artista plástico que durante las últimas 4 décadas luchó, promovió, impulsó la ya emblemática figura, cuyo referente se encuentra en este pequeño poblado.
Ganador de la Presea” Generalísimo Morelos”, el maestro Torres recuerda la instalación de su primer taller y escuela de artes y oficios, donde los pobladores, otrora productores de alfarería, comenzaron a obtener el valor agregado a sus productos con piezas de mayor arte como las Catrinas.
Entrevistado en su finca, una construcción hecha a base de adobes y madera, una monumental obra de arte en sí, Juan Torres asegura que ya concluyó con su legado social, ahora tocará a los alfareros y al gobierno posicionar la figura de la Garbancera en México y el mundo, pero no mediante la comercialización masiva, sino a través de las ferias y exposiciones culturales.
Heredero de las enseñanzas de otro grade del muralismo, como lo fue Don Alfredo Zalce, Juan Torres lamenta que ahora sea el gobierno quien pretenda adjudicarse un trabajo comunitario y social de décadas.
Pero el sentido patrimonialista de la Catrina no cesa ahí, en Metepec, Estado de México, artesanos del lugar han lanzado un video que afirma que la Catrina es hechura de ellos; que su cuna es en el altiplano.
Igual ocurre en Aguascalientes, cuna de Posadas, donde el gobierno estatal ya lanzó la Feria de la Muerte y cuyo emblema es la Catrina.
Por fortuna, la figura ya está certificada, una especie de denominación de origen. “Es el producto de muchos años de esfuerzo, de tesón, trabajo con los pobladores, que ya hicieron suya la Catrina. ¡Esta es su cuna!”, defiende el artista plástico.
El artista asegura que Capula tiene todo para ser considerado un “Pueblo Mágico”, pero ante las exigencias y requisito, se conforma con que sea declarado un “Pueblo de Encanto”.
La Catrina, identidad y origen
La llegada al poblado es rápida. Una imponente Catrina, -obra de Juan Torres- de unos tres metros de altura, nos da la bienvenida.
Mas adentro, sobre la entrada principal, un gran arco elaborado en base a cenpasuchilt, la flor de los muertos, abre la inmensa exposición artesanal.
A un costado de la jefatura de tenencia, un pequeño taller artesanal, uno de los cientos que sostienen la economía local.
Ahí, Francisca, una mujer de mediana edad, trabaja las Catrinas, también platos, cazuelas y otros. Es su fuerte.
Hábil y ágil se manos, amasa un puñado de barro. En una pequeña plancha de cemento, golpea la virtuosa masa, que aquí se da a raudales, con un pequeño martillo de piedra. Todo el procedimiento es rústico, tradicional.
En menos de cinco minutos tiene la base de la figura, que posteriormente será cocida “a fuego vivo’, según declara la artesana.
Mientras ella las elabora, su nuera y esposo atienden el puesto.”Son buenos tiempos para la venta”, asegura.
Un horno, rústico, más parecido a un pozo, es parte de la rudimentaria factoría. Ahí, las piezas se cocinan hasta que “se encuentren al rojo vivo”, explica la artesana.
“Tengo como 15 años haciendo Catrinas. Pero no sólo hago eso, también nos dedicamos a la alfarería”.
La feria concluye el próximo día 2, fecha en que se rinde tributo a nuestros muertos.
Y fecha en que volcamos nuestra fascinación por la muerte.